Una épica remontada: la gloria nos pertenece

10 Dec, 2021
mena leon
Club León

Todo el mundo hablaba de Atlas. Todo el mundo recordaba su malaria de 70 años sin campeonar, su terquedad ante la adversidad, la fidelidad de sus aficionados. Los medios hablaban del Atlas, los exfutbolistas hablaban del Atlas, los atlistas hablaban del Atlas y hasta los chivistas y los americanistas hablaban del Atlas, endiosaban su gesta, romantizaban su desgracia, empatizaban con su sufrir.

Todos se olvidaron del León, de su propia lucha, de su espíritu combativo y su capacidad de imponerse ante la desgracia. Así ha sido siempre, y así seguirá siendo. Eso es lo que ha convertido al Club León en uno de los mejores equipos de todo México, y eso nos dará la novena estrella.

Se demostró desde antes del pitido inicial, porque si los rojinegros vinieron a destrozar nuestros murales y a insultar nuestra casa, nosotros los reparamos y seguimos adelante. Si se quejaban de veto, de que no los dejarían pasar y que nos bloquearían la entrada a nosotros, pues les abrimos las puertas. Tuvimos que lidiar con aspectos extracancha, pero nos sobrepusimos, porque esa es nuestra identidad.

Por eso cuando cayó el primer tanto de Luis Reyes en un saque de manos, y cuando se lesionó Andrés Mosquera, uno de los mejores jugadores de las semifinales ante Tigres, ningún hombre ni mujer vestido de verde perdió la fe. Al contrario, alzaron las voces confiando ciegamente en que los 77 años de historia que respaldan a este equipo no los dejarían caer.

Y así fue. Antes de que terminara el primer tiempo, la Fiera conectó un contragolpe casi perfecto con sus tipos más talentosos, y al final un misil de Víctor Dávila empató el juego. Así se fueron al descanso, igualados en el marcador, pero con el presentimiento latente de que la victoria esmeralda estaba cerca.

Para la segunda parte, León no detuvo su asedio. Vivía probablemente su mejor momento, y un tiro de Jean Meneses, que nunca se cansó de disparar de fuera del área, pegó en el travesaño.

Pero entonces, en el que quizás era el mejor momento de la Fiera, un saque de manos mal defendido se convirtió en un centro largo al área que entre Julián Quiñones y Julio Furch capitalizaron en un inesperado gol. Nuevamente los verdes habían sido heridos, pero en el fondo todos sabíamos que no estaban ni cerca de estar muertos.

Así que con el empuje de todo el estadio y toda la ciudad, el cuadro verdiblanco volvió a remar contracorriente, y a intentar vulnerar a la mejor defensiva de todo el torneo.

Y lo logró. Porque al 77' un obstinado Meneses volvió a insistir de larga distancia, y por primera vez, Camilo Vargas falló, dio rebote, y Ángel Mena no perdonó. Llegó el empate y el Nou Camp se perdió en el delirio.

Y por si fuera poco, seis minutos después, Luis Montes mandó un centro al área que se encontró con Dávila, y Aldo Rocha cayó presa del miedo y se equivocó: lo tomó de la cintura lo suficiente como para frenarlo y que se marcara penal.

Entonces el Ángel resucitado que nos guiará hasta la gloria tomó el balón entre sus manos, lo depositó en el suelo, miró con gélido porte a Camilo Vargas, se imaginó solo en el mundo, apenas él y la portería de enfrente, e hizo lo que vino a hacer a este mundo: metió el balón entre las redes.

Así se completó la remontada y se dio el primer golpe de una final delirante. Atlas no había recibido tres goles en todo el torneo, de hecho la última vez que les habían anotado tal cantidad de dianas había sido en abril pasado, y casualidades de la vida, también había sido el Club León.

“Lo nuestro es volver”, predijo el presidente con una semana de antelación. Volvimos de la desventaja, como siempre lo hemos hecho, como dicta nuestro ADN, y nos llevamos una victoria que nos pone más cerca que nunca del campeonato.

Ahora iremos a Jalisco sin miedo y sin complejos, a imponernos nuevamente a la adversidad, porque no sabemos hacer otra cosa. Ganaremos por futbol. Ganaremos por jerarquía. Ganaremos por nuestra gente. Ganaremos por nuestra ciudad. Y sobre todo, ganaremos porque somos el Club León, y la gloria nos pertenece.

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