No hay lugar para la piedad: empate ante Tigres

No hay lugar para la piedad. No se puede especular. No se puede dudar un solo segundo. Cada momento en el césped es a matar o morir. Si no lo entiendes así, un partido que tienes ganado por 0-2 y en vísperas del 0-3, se te puede escurrir de entre las manos.
Ayer, la Fiera especuló en el Volcán. Tuvo la victoria asegurada, se impuso futbolísticamente a unos Tigres perdidos, anonadados ante la maquinaria esmeralda. Solo sus individualidades podían responder con vagos intentos de respuesta, pero antes de que se dieran cuenta, ya iban perdiendo por dos a cero.
Pero la Fiera vaciló. Cayó en el juego anímico de los rivales, que superados en el futbol, recurrieron a la marrullería. Luis Quiñones se enfrascó con la banca, y en el penal, Nahuel Guzmán se tragó sin masticar a Ángel Mena.
Ese fue el punto de inflexión del juego. Los verdes se aturdieron ante la falla, y Tigres se sacó las afrentas con un golazo antes de que terminara el primer tiempo. Después, llevaron el partido al terreno que más les convenía, siguieron con sus afrentas y consiguieron en el último minuto un empate inmerecido.
Pero no nos confundamos, Tigres no ganó un punto, sino que León perdió dos. Los verdes tuvieron oportunidades para darle el tiro de gracia a los Tigres y asegurarse el juego desde la primera mitad, pero perdonaron y sufrieron las consecuencias.
No te pueden empatar así. Aunque te brinquen en la portería, aunque te insulten, aunque te tiren un balonazo en la cabeza, aunque empujen a los de la banca. No puedes dejar ir una victoria que tenías en la bolsa.
La lección es llana y simple: no debe haber nunca misericordia. En la cancha no hay lugar para los débiles, no hay lugar para piedades ni clemencias. Y si el León así lo aprende, se convertirá en una fiera imparable.