Seattle golea a León: ¿qué nos pasa en Concachampions?

09 Mar, 2022
león seattle
Milenio

El Club León empuja una piedra gigantesca por una ladera. Está cansado, triste y aburrido, pero sabe que no puede rendirse, así que planta sus pies en la tierra y utiliza su cuerpo para empujar, poco a poco y a paso firme. La piedra se mueve un par de centímetros, y el proceso se repite. Sus manos callosas están sucias, sus pies lacerados, sus músculos cansados, pero sigue adelante. Así se va acercando a la cima, y su emoción incrementa. “Esta vez podría ser diferente”, piensa. “Quizás, si me esfuerzo solo un poco más, si hago un último intento con toda el alma, por fin lo lograré”.

Pero justo antes de alcanzar su meta, el Club León duda. Sabe que está condenado, que no puede cambiar su destino, y que pase lo que pase, no podrá vencer esa ladera. Entonces pierde el equilibrio por un instante, y antes de lograr su objetivo, la piedra se resbala y cae rondado hasta el principio del camino, y el Club León, perdido entre lágrimas de remordimiento y decepción, baja una vez más la ladera para volver a intentarlo por enésima vez.

Esa ladera es la internacionalización, y la piedra es la Concachampions. León es un Sísifo de verde y blanco, condenado a pagar un castigo que sólo terminará cuando lleve la piedra hasta la cima de la ladera, pero eso nunca ocurrirá.

¿Por qué? No lo sabemos. Quizás sea un designio de Zeus que nos ha castigado por ofender a los dioses al aspirar a tanta grandeza. O quizás sea algo más terrenal, como que nuestro director técnico es incapaz de descifrar con sus drones y sus datos los misterios del campo de juego.

Quizás sean los jugadores los que se aterran al cruzar la frontera norte; que se pierden ante la inmensidad del monstruo norteamericano que los devora sin apetito, una y otra vez.

Tal vez sea la presión de la afición, las expectativas irreales que crecieron en los últimos años de éxitos. Quizás simplemente no seamos tan buenos como creemos que somos, y esta es la forma en la que la realidad se empecina en demostrárnoslo.

Puede ser la mala planeación, el conformado del plantel, la sobrecarga física, la mala suerte con los fichajes, la falta de actitud, la zona de confort, la pérdida del estilo, las decisiones de la directiva, el abandono de la hinchada, el precio de los boletos, la subida del petróleo, el fracking, la pesca irresponsable, el calentamiento global, el agujero en la capa de ozono, la guerra en Ucrania, el levantamiento de los mares o la llegada de los alienígenas.

Quizás nunca lo sabremos, pero lo que sí sabemos es que año tras año caemos derrotados al disputar la Concachampions en los Estados Unidos, y debemos volver a empezar, volver a bajar la ladera, y volver a empujar la piedra, paso a paso, con esfuerzo y dolor, solo para ver cómo todo se derrumba al final como si fuera una tragedia griega.

Hoy el Sísifo llamado Club León dudó, y la piedra se le zafó de las manos, pero no todo está perdido, y aún puede intentar cambiar su destino, desafiar a los dioses y esperar un milagro.

Y si no, volveremos a empezar, y seguiremos cumpliendo nuestro castigo eterno de creer que estamos avanzando, cuando lo cierto es que no estamos yendo a ningún lado.

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