No te acabes nunca, 'Chapo' Montes

El campo era un potrero vil. La cancha del majestuoso Nou Camp había sido atacada por horas por la lluvia, y después de 80 minutos de fútbol, ya poco quedaba de su pasto.
Parecía un partido de barrio, de potrero, del llano. La pelota apenas y podía circular entre el lodazal, y si lo lograba, los errores aparecían. Los pases iban muy largos o muy cortos, el control se dificultaba, y los disparos volaban por los aires, en todas direcciones, menos hacia la portería.
Las gradas, vacías y lúgubres, solo expresaban el eco de las voces en el campo. El León estaba perdido. Parecía que le faltaban los gritos de su gente, sus cantos desaforados y sus aplausos ensordecedores. Necesitaban ese aliento, esos reclamos, esa pasión que es la que termina de encauzar el balón cuando todo lo demás falla.
El partido había entrado en ese tedioso momento, cuando ya todos se dieron por vencidos, cuando las piernas ya flaquean, y cuando empiezas a pensar que el punto no está tan mal. Luego de tantos intentos, tanto esfuerzo y tantas equivocaciones, quizás ya es hora de terminar la noche, darte una ducha, reflexionar lo que ha pasado e irte a dormir.
Pero entonces el capitán toma la pelota pegado a la banda derecha, en tres cuartos de cancha. Un balón intrascendente, desganado, que parecía no querer ser pateado. El capitán, envuelto en un nuevo uniforme de barro y lluvia, no se da por vencido. Se dirige al centro del campo, se deshace de su marca con un sprint y finalmente queda frente al marco, pero a treinta metros de distancia.
En ese momento, sin que nadie se lo espere, pone toda la furia de su vida en su pierna izquierda, y descarga un misil balístico imparable que se cuela en el ángulo de la portería rayada. Un tiro de victoria, un disparo de tres puntos, y un gol que hace historia.
52 goles que le abren la puerta del panteón esmeralda a un Luis Montes increíble. Con esa obra de arte, el “Chapo” empató a Carlos Peña y a Alberto Etcheverry, y se metió entre los diez máximos goleadores de la historia del Club León.
Nada menos merece el líder del mejor León del último lustro. Cuando todo parece perdido, cuando ya no hay ánimos ni fuerza, y cuando todo se ha hundido en el barro, ahí es cuando emerge el gran capitán.
Porque tiene nueve años en el Bajío, y ha vivido lo mejor y lo peor. Porque se rompió la pierna en pedazos solo para volver más fuerte y valeroso que nunca. Porque el diez en su espalda no alcanza a describir el talento y la magia que reside en sus pies.
Podremos perder a la afición en las gradas, podremos luchar contra una pandemia despiadada y hasta podrá caernos un diluvio que nos intente separar del fútbol. Pero nada de eso importará mucho, porque tenemos algo mucho más valioso: tenemos a Luis Arturo Montes Jiménez en nuestra media cancha.