“Lo que viví en León fue algo divino”: Sebastián Maz

08 Oct, 2021
sebastian maz
Club León

Todos se lo preguntan. Todos tienen la misma duda. Hay miles de teorías y estudios científicos que esperan dar con la respuesta. Se ha analizado el agua, la dieta, los hábitos, y seguramente ya se han argumentado hasta fenómenos paranormales y metafísicos para intentar encontrar una explicación plausible.

Pero quizás para responder por qué el Uruguay, un pequeño país de apenas 176 mil kilómetros cuadrados (más pequeño que el estado de Sonora) y con una población de cerca de 3.5 millones de habitantes (menos que la zona metropolitana de Guadalajara), es una potencia futbolística mundial, simplemente haya que ver con ojos de aficionado una de las millones de historias que esa pequeña nación oriental ha generado a lo largo de su historia.

“La realidad es que en Uruguay naces con una pelota bajo el brazo, o en los pies, mejor dicho”. Así lo resume Nelson Sebastián Maz, ídolo del último ascenso del Club León y actual auxiliar técnico de Ariel Holan, y quien emerge como el ejemplo perfecto de un concepto tan real y abstracto como lo es la garra charrúa.

“Te curtes desde chiquito y a medida de que vas creciendo, obvio que le vas agarrando el gusto, la pasión y el amor por el futbol, por el deporte, y después ya involucrándote en equipos infantiles y ahí progresivamente hasta tratar de llegar”, añade en entrevista exclusiva para Fieramanía, antes de apuntar que su caso fue aún más complicado, pues al ser originario de la localidad de Durazno, fuera de la gran metrópoli de Montevideo, el camino de la pelota se hizo más azaroso.

“En mi caso, que soy del interior, es más difícil, porque hay muchos jugadores, así que tienes que pasar muchos filtros, andar bien en tu club, que te vean, que te seleccionen, poder ir a un programa a Montevideo a ver si quedas ahí... Son muchos filtros que uno tiene que pasar, por eso a veces también el valor que uno le da es mucho más grande”, explica.

Porque Nelson Sebastián Maz, que años más tarde vendría a México a devorarse de un bocado la Liga de Ascenso, comenzó su historia de una manera pocas veces retratada: sufriendo.

“Me fui a las básicas de Peñarol, pero previamente, desde los 15 años, me fui a probar en River Plate de Argentina, me dijeron que no; fui a otro equipo en Uruguay, me dijeron que no; en otro equipo me dicen que sí, pero no sé que pasó que me tuve que ir; osea que también tuve tropiezos durante el proceso de los 15 a los 17 años, hasta que a los 17 acabé en Peñarol, tuve la suerte de ir ahí, ir a probar y quedar en básicas, para que después me dieran la oportunidad de debutar en primera división, algo que era complicado, y más en una época y en un club donde siempre es muy difícil que debuten chicos, que le den la oportunidad a los jóvenes”.

Aferrado al sueño de la pelota, Sebastián no claudicó ante las adversidades, y al contrario, hizo todo lo posible por emerger. Debutó en Peñarol, pero ante la brutal competencia en ese país de prodigios, tuvo que buscar su camino en otros equipos como Central Español o Montevideo Wanderers, y para los 22 años ya acumulaba una gran experiencia como futbolista profesional.

“La verdad que para mí fue muy linda esa etapa, me curtí mucho, aprendí mucho, conocí mucho y eso me dio el conocimiento para cuando me vino la oportunidad de venir a México, estar preparado, estar consciente de lo que significa jugar y representar a una institución, y bueno, eso fue lo que hizo que en cuanto me hablaron, tomé la decisión de tomar el reto de venir a jugar a México”.

La historia puede parecer complicada: ¿Cómo fue que llegó a México? ¿Cómo fue el contacto? ¿Qué pensaste antes de venir? Pero la realidad es que todo se resolvió en apenas dos minutos.

“Terminé en Montevideo Wanderers, estaba de vacaciones y me llaman por teléfono, que había una oportunidad de ir a un equipo de ascenso ahí en Ciudad Juárez, y la verdad es que yo no tenía ni idea, y me dijeron: '¿Te interesa?', y yo le dije: 'Sí, obvio', y fue así, una llamada de dos minutos, y corté el teléfono y les dije a mis padres: 'Papá, mamá, en dos días me voy a México'”.

Ahí, en ese espíritu aventurero, temerario y visceral, ya se notaba la garra charrúa, y quizás fue por eso que no se arrepintió cuando tecleó 'Ciudad Juárez' en el buscador de Google y vio entre los resultados una ciudad de muerte y terror, como era la frontera en 2007.

“Enseguida me fui al ciber, y bueno, de lo que menos se hablaba en esa época era de futbol en Ciudad Juárez, pero yo tenía muy claro lo que quería, mis objetivos, y gracias a Dios se cumplieron; era un riesgo, que es lo que me gusta tomar siempre, y también prepararme para ese riesgo, que la verdad fue espectacular”.

Tenía 22 años cuando dejó el Uruguay y puso más de nueve mil kilómetros entre él y su familia, pero mientras un chico de esa edad en México apenas estaría dando sus primeros pasos, él ya estaba listo para tomar el reto.

“Yo siento que era grande, hoy hay chicos que están saliendo con menos edad, con 20 años o 19, y yo siento que era grande, sobre todo porque en Uruguay se acostumbra debutar muy joven. Yo tenía claro lo que pretendía, lo que quería, lo que deseaba, y eso me hizo también estar fuerte mentalmente, que es lo que hay que estar en ese momento cuando te vas lejos de la familia”.

Llegó a Juárez en 2007, y formó parte de un equipo de época. Al lado de Carlos Casartelli, 'Maleno' Frías, Edwin Santibañez o el 'Aris' Hernández, y dirigido por Sergio Orduña, esos Indios partieron de la frontera para dominar el ascenso, y a Sebastián Maz no le importó ser un recién llegado.

“A final de cuentas es futbol y yo tenía claro a qué venía, a dónde venía y para qué venía. Era un equipo en el que había una unión muy linda, eso también me hizo fuerte, yo tuve gracias a Dios, compañeros que me arroparon cuando llegué y eso me ayudó muchísimo en lo personal, y te vuelvo a repetir, yo tenía claro a lo que venía, la verdad que se dio, se dio el ascenso contra un León que lo hacían ascendido en ese momento, y así se dio”.

Esos Indios son recordados con odio en la ciudad verdiblanca, y sobre todo aquel matador uruguayo que se movía en el área como león en la selva, y que selló el ascenso de Juárez con un gol en la final definitiva, profanando el césped sagrado del Nou Camp.

“Fue soñado, porque ese momento te cambia la vida. Logramos una hazaña contra un rival que hacía años que lo intentaba y no podía, y nosotros con un equipo que no aspiraba al ascenso, pero que el trabajo en equipo y lo que demostramos hizo que ascendiéramos ese año. La verdad fue algo espectacular que todos queríamos, que todos deseábamos, y más conseguirlo en esa época en León, un domingo al mediodía con el estadio que explotaba, fue el escenario ideal”.

Pero la alegría y la gloria se volvieron cenizas pronto, porque ya en primera división, y a pesar de haber marcado 18 goles en dos torneos en la Liga de Ascenso, Sergio Orduña le dio la espalda.

“A mí me dolió mucho eso porque a final de cuentas era el mismo técnico, yo ya había rendido, había hecho goles, había sido referente del equipo durante el ascenso, y cuándo jugamos en primera no me respaldó, incluso después de haber conseguido un ascenso tan difícil, y no me puso, pero después de cuatro fechas sin haber ganado lo sacaron, y vino otro técnico (Héctor Hugo Eugui) y ese técnico me dijo de una: 'Mira, no son las características de nueve que yo uso y que yo busco', y yo lo entendí, la verdad que eso fue lo mejor que me pasó, porque lo entendí y tomé la decisión de irme a préstamo, yo mismo pedí la oportunidad de irme a préstamo para poder jugar, porque la manera que yo tenía de mostrarme era jugando, a mi no me servía estar estar en un equipo de primera división en la banca si no me mostraba”.

Y el valor de dar un paso atrás por dos hacia adelante lo volvió a premiar, porque regresó a la Liga de Ascenso con los Dorados de Culiacán, donde levantó su primer título de goleo en la Primera A.

“Hice 15 goles en 16 fechas”, dice con orgullo, aunque terminó el préstamo y debía volver a Juárez, donde sabía que no era requerido.

Entonces, en el verano del 2009, comenzó a entablar un diálogo con el León, entonces todavía bajo control de los hermanos Batarse. Las negociaciones avanzaban y todo parecía indicar que vestiría de verde y blanco, pero aún no era el momento adecuado, como se comprobaría después.

“Justo estaba en pretemporada con Indios y me hablan del draft, y veo que sale que iba a Necaxa. Me acuerdo que estuve hablando con gente del León y pensé que iba a venir a León, pero en el draft salió que iba a Necaxa, y yo dije: 'No, Necaxa recién acaba de descender, y yo quiero pelear el ascenso y es muy difícil ascender acá”, pero bueno, me llamaron y fui a hablar con el presidente ahí a Necaxa, me quedé, y la verdad que hicimos un equipazo, la verdad que jugábamos muy bien, ascendimos directo, ganamos los dos torneos y también nuevamente me tocó el ascenso en el estadio del León”.

Fue su segundo ascenso en el Nou Camp, y de nuevo un sacrílego gol suyo fue el encargado de matar las ilusiones del pueblo esmeralda, que para entonces ya lo tenía como enemigo público. Y aunque en lo personal ese ascenso fue una gran victoria, fue solo la antesala para una nueva decepción, porque Necaxa no compró su carta, y se fueron a primera sin él.

“La verdad que me dolió, porque también había hecho un buen torneo, y también tenía opción de compra y creo que iba a ser redituable para el club que me compraran, pero por equis motivo tomaron la decisión de no comprarme, y ahí me sale la oportunidad de Veracruz, que también era un reto lindo, y me dieron una oportunidad linda, pero por equis motivo de directiva, Federación y gobierno…, pues fue un año muy lindo, es una ciudad preciosa y pensé que se iba a lograr algo, pero luego de todo este quilombo con Veracruz y la Federación, caí en León”.

Y es que en ese 2011, luego de un año en el puerto, la franquicia fue desafiliada de la FMF por incumplimiento de pagos, por lo que Maz debió de hacer nuevamente las maletas, y entonces su antagonista, su némesis de toda la vida, el equipo de la ciudad donde ya era considerado persona 'non grata' y al que había condenado por lo menos en dos ocasiones, anunció su contratación.

“Goles me gustaba hacerle a todos los equipos, pero en León era algo especial porque siempre que venías a esta cancha había estadio lleno, un estadio precioso, bien ambientado, campo precioso, y eso también te incentivaba, y de vez en cuando una puteadita que te daban, eso también te motivaba. La verdad que siempre me daba gusto venir a jugar acá y creo que la verdad tengo un saldo muy positivo contra León, bueno, tenía, cuando jugaba contra León”.

Eso hizo que su llegada fuera criticada por la fanaticada esmeralda, y esos primeros meses, Sebastián tuvo que remar contracorriente, algo que como uruguayo de cepa, le venía como anillo al dedo.

“Sí, cuando jugaba, los primeros partidos fueron duros porque cada que tocaba la pelota me puteaban, pero al final de cuentas, a base de rendimiento, sacrificio, esfuerzo, goles, uno se fue ganando el cariño de la gente, a resultados, y después ya todo fluyo y fue algo divino, divino, todo lo que se vivió desde el momento que llegué a León”.

Traído en 2011 ya por Grupo Pachuca, vivió la partida de Tita, el anuncio de Matosas y su posterior suspensión, pero para el Clausura 2012, tenía una cita agendada con la historia.

“Gracias a Dios, donde estuve dejé una huella y rendí en todos los equipos que estuve. Pero León era un reto muy deseado en lo personal porque era un club que hacía diez años que estaban en la Liga de Ascenso y uno le veía que merecía estar en primera división. Y después el reto fue divino, yo tenía muy claro lo que quería y después fue todo semana a semana, sobre todo ese León con Gustavo (Matosas) era día a día, semana a semana, nunca nos adelantamos a pensar que ya estábamos ascendidos porque no era fácil, no es fácil ascender, y más en una liga que era muy competitiva, pero muy competitiva. Entonces por eso fue mucho reconocimiento, y aparte la forma en que lo ganamos, la manera en que jugábamos y como ganábamos, fue algo maravilloso”, recuerda.

Y cómo no atesorarlo, si acabaron la temporada invictos, sin una sola derrota en las 17 fechas, y con él como campeón de goleo con 13 goles, a los que se sumaron cinco más en la liguilla, incluido un triplete en la final frente a Indios. Maz era el goleador del Club León, el ídolo y el referente, pero en la ida de la final de ascenso ante Correcaminos en Tamaulipas, todo se cayó por un error y una expulsión maldita.

“Yo lo viví tranquilo porque al final de cuentas habíamos hecho un gran esfuerzo durante todo el año para conseguir el ascenso, y la realidad es que la gente y lo que hayan dicho en ese momento no me afectó. Yo lloré los tres días pero lloraba por la situación de que no podía jugar la final, yo había trabajado todo el año pero no pude jugar esa final, y sabiendo que en el proceso uno fue importante y  fue decisivo a la hora de partidos como la final con Lobos, pero no, yo estaba dolido porque no la jugaba; después lo que piense y diga la gente, eso te tiene que entrar por un oído y salir por el otro”.

De cualquier modo, el grupo lo respaldó y consiguió un mítico ascenso en la tarde mágica del 12 de mayo del 2012, fecha que se convirtió una efeméride, y que por primera vez en su carrera, vino seguida por la confianza.

“Yo sabía que podía rendir en primera, el tema es que te den la oportunidad. Aparte la manera en que jugábamos y ganábamos me daba confianza, me acuerdo que los primeros cinco partidos en primera no había podido anotar, pero sí había tenido chances de anotar y no se había dado, por eso estaba tranquilo, sabía que en cualquier momento se iba a dar, y cuando se abrió el arco metí ocho en el torneo y uno en liguilla, por eso estaba tranquilo, porque yo confiaba en mí mismo y aparte, por ese lado también agradecido con Gustavo que me aguantó, que me respaldó, que mantuvo a toda la base como había dicho y cumplió, por eso también el equipo, el grupo, los jugadores le respondimos a muerte, porque cumplió la palabra, cuando en otros clubes te pegaban una patada en el trasero...”.

Luego de todas las decepciones y golpes de la vida, Maz apuntaba a lo más alto. Con esos nueve goles en el Apertura 2012 de la Liga MX, se convirtió en el máximo goleador del equipo en ese torneo, y calló las bocas de los críticos que lo ponían como un goleador 'de Liga de Ascenso'. Pero entonces, en el pico de su carrera y cuando atravesaba por su mejor rendimiento, llegó un enemigo desconocido para él hasta ese momento: las lesiones.

“La partida fue algo basado en la lesión. Nosotros ya habíamos ascendido, logramos el bicampeonato, pero también las lesiones fueron duras. Yo siempre me cuidé, siempre fui muy profesional, pero fueron lesiones duras, uno siempre se preparó para no lesionarse de la rodilla y de todos modos me lesioné, fueron dos lesiones muy complicadas, y fue lo que me tocó”.

“Si me dolió, sí lloré mucho, me dolió salir, me dolió saber que yo podía dar mucho más y no pude darlo debido a las lesiones, pero también lo tomé por el lado de que por algo me pasó a mí, por algo me pasó, hay algo que viene para mí, como entrenador quizás, y bueno, por eso lo tomé por ese lado, porque si yo le tomaba el bajón, me iba a pegar mal, por eso intento ser siempre positivo, retirarte a los 30 o 31 años no es normal, pero bueno, a veces las lesiones son duras”.

En 2017, tras haber pasado sin mucho protagonismo por Mineros, Bravos de Juárez y Celaya, terminó por decir adiós, y cerró una carrera a la uruguaya, llena de entrega, pasión y goles, sin guardarse nunca nada, ardiendo su llama los más intenso que pudiera, y con la satisfacción de que una ciudad completa aún le agradece los goles que los devolvieron a primera.

“Yo tenía en mente retirarme a los 35 o 36, la edad que tengo hoy, pero como te digo, las lesiones son duras, no perdonan y fue lo que pasó. Tuve la suerte que enseguida empecé a trabajar con el 'Chavo' Díaz, dentro del equipo, y fue una experiencia impresionante. Después tuve la experiencia en las básicas que fue increíble con el 'Coco' Giménez y el profe Cobián, y hoy estoy con Ariel y el cuerpo técnico que la verdad es que es espectacular el conocimiento y el aprendizaje que uno adquiere para llevarlo a cabo en el futuro”.

Maz acepta que espera convertirse en director técnico principal en un futuro, aunque hoy por hoy, agradece la oportunidad de aprender y aportar junto a un técnico del palmarés de Ariel Holan, y en el equipo de sus amores.

“Nosotros tratamos de aportar y dar nuestro punto de vista, pero quién toma la decisión es el entrenador. (…) León es un equipo que siempre propone, que siempre va a buscar, hoy la idea de Ariel la está llevando a cabo, que es muy clara: ser muy contundentes, verticales, con una idea clara de cómo atacar. Y bueno, hoy ser parte de la historia del club como parte del cuerpo técnico en el primer título internacional es algo genial, es otra faceta, así que disfrutarlo al mil y aprender”.

Hoy, intenta que los jugadores esmeraldas repliquen lo mismo que a él le dio tantos éxitos: ir paso a paso y que los resultados vayan fluyendo.

“El León siempre se ha caracterizado por ser un equipo agresivo a la hora de atacar y cero que lo estamos demostrando. Pienso que debemos ir partido a partido, sin adelantarnos, sin hacernos bola, y a partir del partido a partido ir creciendo como equipo, como juego, y entender que si la afición siempre esta dándonos para adelante va a ser todo más fácil, mientras todos estemos unidos y sumando, iremos por grandes cosas, pero primero hay que ir paso a paso”.

El Uruguay es y seguirá siendo un misterio. Los Luis Suárez, los Cavanis, los Francescolis, los Obdulios, todos esos jugadores bestiales que salieron del pequeño pedazo de tierra al lado del Río de la Plata para dominar el mundo, seguirán alimentando el mito de la tierra bendita del futbol.

Pero la leyenda está basada también en otras historias, como la del goleador anónimo que llegó a conquistar el ascenso mexicano; el que logró arrancarle una alegría a una ciudad en llamas en medio de la frontera; el que se tragó las traiciones y los desaires, y demostró desde el Bajío que podía competir ante quien sea, donde sea y cuando sea; el que se le rompieron las rodillas de tanto luchar, y tanto pelear y tanto correr, y que aún se quedó con ganas.

Eso es, a final de cuentas, la respuesta al secreto del Uruguay.

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