La noche perfecta: vamos por la novena
Hay noches en las que las estrellas brillan con más intensidad. Hay noches en las que la suerte y la fortuna, por alguna razón, te acompañan. Hay noches en las que todo te sale bien, en las que cumples tus metas y te vas a la cama soñando en las cosas buenas de la vida. La noche perfecta.
Esa noche, la del sábado cuatro de diciembre del 2021, fue una de esas noches. Una noche futbolera de principio a fin, en la que una ciudad completa se volcó sobre un solo objetivo: la remontada.
Todo comenzó desde el pasillo y el recibimiento inolvidable que sirvió para impulsar a los once guerreros verdiblancos, que aprovecharon el empujón para salir como bestias salvajes a buscar la victoria.
Porque se notó en la cancha. Desde el primer minuto se jugó lo que se tenía que jugar, y se pegó lo que se tenía que pegar. Entre empujones, patadas y choques, la Fiera dejó claro que en su casa se le respeta, y que si los Tigres proponían el juego físico, los verdes responderían.
Pero esto vino acompañado de la inspiración y el deseo incontrolable de la remontada. Ángel Mena, acusado históricamente de desaparecer en los momentos importantes, tomó la batuta del juego y marcó el primer gol para consolidar su liderazgo y acallar a todos sus críticos.
La Fiera fue un vendaval. Todavía Víctor Dávila marcó un golazo en fuera de lugar que fue anulado, y sólo en un tiro libre inocente, los Tigres lograron empatar y frenar la marea esmeralda que ya los ahogaba.
Pero no por mucho tiempo, porque el empate obligó al León a maximizar su intensidad. Todos los esmeraldas en el campo pusieron huevos y garra para lanzarse una y otra vez al frente en busca del gol de la ventaja. Ya fuera el 'Avión' Ramírez, Andrés Mosquera, Víctor Dávila, Jean Meneses, Santiago Colombatto, Ángel Mena o hasta Iván Rodríguez, todos entendieron su misión, y no dejaron nunca de atacar.
Y cuando faltaban diez minutos para el final del juego y parecía que la Fiera se quedaría en la orilla, el Nou Camp explotó. Sabedores de la necesidad de sus jugadores, los fieles fanáticos verdiblancos se dejaron la garganta en aliento, y trasladaron al campo su propio deseo de ganar a como dé lugar.
Por eso se intensificó el asedio, y pese a las intervenciones dramáticas de Nahuel Guzmán, los Tigres simplemente no pudieron soportar. Jean Meneses tomó un balón que se iba por la línea de fondo, tiró un centro globeado que techó a Nahuel, y Mena apareció como ángel salvador para llevarnos a la final.
Y ante el enojo y la frustración de unos Tigres que se calentaron con la remontada, los verdes, incluidos su técnico, su auxiliar, su banca y hasta sus jugadores, pusieron el pecho y respondieron a cada agresión mientras pedían calma a la tribuna.
Así se logró la hazaña: con una alianza mística entre equipo y afición que convirtió al Club León en una fuerza imparable. Vivimos una noche perfecta en el Bajío, y ahora estamos en la final.
Que venga quien tenga que venir, que teman meterse al 'Glorioso', porque vamos por la novena, y esto ya no lo para nadie.