La foto del día: Maldita nostalgia

19 Dec, 2019
william Yarbrough club leon
Club León

Fue exactamente un día como hoy pero de 2011. Un chico de 22 años, peculiar y carismático, era presentado como nuevo refuerzo del Club León.

En ese entonces era un desconocido. Acababa de ser campeón con los Titanes de Tulancingo en la Segunda División, un equipo donde compartió vestidor con tipos como Dieter Villalpando o Miguel “Tako” Velázquez.

Llegó para ser el tercer portero, detrás del titular, Edgar Melitón Hernández, y detrás de Christian Martínez. Se llama William Paul Yarbrough Story; hoy cumple ocho años como jugador esmeralda, y también hoy está más cerca que nunca de irse.

Atrás quedará la historia de aquél muchacho peculiar que llegó a León en el más grande anonimato. Estaba inundado de sueños e ilusiones, y dicen los rumores que sobre su figura pesaba la recomendación de Miguel Calero, quien lo habría colocado como la gran esperanza del arco tuzo.

Pero a sus 22 años el camino lo alejó de la ruta de Hidalgo y lo trajo a León. Aquí estaba ya Melitón, y después del ascenso llegaría Christian Martínez, por lo que su futuro no parecía ser el más alentador. El destino, sin embargo, tenía otros planes.

Primero se fue Melitón, y después Christian no convenció a Gustavo Matosas. Por eso en marzo del 2013, en medio de una temporada tormentosa para el Club León, ahí apareció por primera vez en el arco esmeralda ese joven alto y rubio, tan diferente y singular, y tan lleno de fuego en la sangre.

¿Qué sentirá William cuando recuerda esos momentos? ¿Qué pasará por su cabeza cuando se deja atrapar por la maldita nostalgia y se ve a si mismo, saliendo del anonimato, reclamando protagonismo, y declarando que no habría nadie más después de él? ¿Cómo se le partirá el alma al volver al bicampeonato que lo llenó de oro y fama, solo para enfrentarlo después a las críticas despiadadas y a la desconfianza?

Seguramente será muy difícil. Más ahora, cuando se sabe relegado, atrapado en un banquillo que ya no reconoce como suyo, y con el pecho a punto de explotar por la frustración de saber que ya no es indispensable.

Justo ahora, a sus 30 años y en su octavo aniversario con el Club León, el destino le abre otra puerta. Todo apunta a Houston, a probar suerte en la tierra donde sus padres nacieron, la misma donde nunca jugó.

Pase lo que pase, siempre podrá volver a esta imagen, a este muchacho iluso y esperanzado que llegó a León por casualidad, porque el destino, o Dios, o el azar, o todos juntos decidieron que merecía un pedazo de gloria, y que eso solo lo conseguiría en el Bajío, vestido de verde y blanco.

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