Hablemos de justicia: le ganamos a Chivas

“Hoy lo más justo hubiera sido un empate y el futbol es así”, dijo Ariel Holan después del partido, y estaba en lo correcto.
Oprimido por el peso de un triste y mal partido en su propia casa, el entrenador no tenía más que dos opciones: ser cínico u honesto, y pese a lo insólito de calificar de injusta a su propia victoria, supo que esa era la verdad.
“Hoy tuvimos el resultado con mucho mérito del equipo en cuanto a amor propio, no bajar los brazos, sobreponerse del empate de Chivas”, precisó.
Pero la honestidad, aunque loable, de poco sirve cuando los aficionados atestiguan el pésimo rendimiento del equipo en el campo, la falta de ambición y la carencia del deseo incontrolable por la victoria.
Ante Chivas, León se encontró de pronto con un gol regalado por el rival, y ante la inesperada ventaja, se escondió en su campo, sin atreverse a arriesgar, conformista como nunca.
Este mismo equipo que apenas hace un año deslumbraba a su hinchada con su futbol total, con su posesión tiránica y con su magia incontenible, hoy se asusta en su propio campo ante un rival nada más que mediano.
Chivas le quitó la posesión al León, tuvo más disparos a puerta, hizo más pases y más regates que los verdes, que solo atinaban a perseguir la pelota ante las mirada decepcionada de su gente.
Al final, solo el valor y el orgullo de Rodolfo Cota y de Víctor Dávila rescataron la noche y salvaron una victoria inverosimil e inmerecida.
Y mientras el plantel es prácticamente el mismo que maravilló al futbol mexicano hace poco, la hinchada se volcó contra su técnico y los gritos de “Fuera Holan” se hicieron por fin presentes en el “Glorioso”, justo antes del duelo más importante de lo que va del año por la Concachampions.
Al final, si Holan pretende hablar de justicia, deberá explicar el nulo el estilo de juego de su equipo, la falta de hambre y ambición, y la pérdida de una identidad que había costado años de esfuerzo y sacrificio recuperar.
Porque esa es la verdadera injusticia.