¡Grítalo fuerte! León es Campeón

En este año maldito, 4 mil 722 personas han fallecido a causa del coronavirus en Guanajuato. Este bicho microscópico y desconocido que surgió en China y se esparció por el resto del mundo nos ha obligado a cambiar el curso de nuestras vidas, a replantearnos nuestras metas, y adaptarnos a cambios que parecían impensables. Ha sido duro, y muchísimo más para los desafortunados que han perdido a alguien debido a la despiadada enfermedad.
Aunque para el resto de nosotros tampoco ha sido fácil. El aislamiento y la soledad se convirtieron en nuestro día a día, y más que nunca, añoramos el contacto humano, la calidez de la compañía y la dicha de compartir un momento.
Y por si fuera poco, uno de nuestros últimos aliados, el Club León, también sufrió irremediáblemente. Sufrió en febrero, con la eliminación de la Concachampions. Sufrió en marzo, con la cancelación de un torneo en el que marchaban de líderes. Sufrió en el propio Guard1anes 2020 con lesiones, bajas de juego y positivos a COVID. Sufrió el retiro de su capitán y símbolo histórico, la leyenda encarnizada. Pero más que nada sufrió el hecho de ser separado de su motivo y su razón de ser: su afición.
Han sido días fúnebres, de desesperanza, hastio y depresión. Pero es precisamente en la más profunda oscuridad cuando la luz se vuelve más brillante.
La noche del domingo, el Club León consiguió una gesta alucinante: se impuso al año más macabro de la historia reciente y cambió el legado del destino. Para el mundo el 2020 será el año del coronavirus, pero para los leoneses, para sus hijos, sus nietos, y toda la descendencia que engendren de ahora en adelante, el 2020 será el año de la octava.
El año de la cuasi perfección. El año del mejor León. El año del dominio absoluto, tiránico, indomable. El año de los goles sin delantero y los títulos sin gente. El año de la gloria consumada y del verde más intenso que haya existido nunca. El año de la consagración.
Es cierto que ha sido duro, pero ha valido la pena. Nos volvimos locos en el camino. Alentamos, sí, apoyamos. Pero también criticamos, señalamos y hasta puteamos. Dudamos de nuestros héroes, y llegamos a temer, todos en algún momento, que una vez más nos quedaríamos en el camino.
Pero resistimos los embates de la vida, y renovamos nuestros votos de amor y confianza hacia nuestros colores, y los hombres de fuego y sangre que los representan. Confíamos ciégamente, y entregamos nuestra fe y nuestra ilusión. Fue difícil, pero volvimos a soñar.
Y campeonamos, sí, pero el festejo lejano fue la última bofetada de este año de mierda. Queríamos estar ahí, en las calles, junto a ti, coreando tu nombre y gritando por la octava. Pero no era el momento y nos la guardamos. Vivimos la gloria en aislamiento y soledad, y la verdad es que nos supo a algo, pero no a lo que habíamos probado siempre.
Es un sabor agridulce y embriagante. Estamos en la cúspide del delirio, pero sabemos que también es un adiós; tan solo porque se ha ido Ignacio González, y nos han extirpado al corazón.
Así que lo único que nos queda es dedicarle esta pasión. Gracias a él, a su último esfuerzo, pudimos celebrar el prestigio y el honor del campeonato, y ahora debemos tomar ese fuego que nos incendió y mandárselo al capitán retirado, que a partir de hoy ya no será futbolista profesional. Y mandarselo también a las 4 mil 722 personas que han fallecido en Guanajuato por el coronavirus. Y a todos los fanáticos que se fueron antes de poder celebrar la octava, pero cuyo apoyo y devoción jamás serán olvidados.
Esta alegría y esta dicha les pertenecen a ellos. Esta es su copa, la copa de las despedidas.
Así que hay que emborracharnos de felicidad, y presumir nuestra grandeza. Gritar que somos los mejores del mundo y que no hay un equipo que pueda derrotar al nuestro. Sentir el verde y blanco que corre por nuestras venas y dejar que inunde nuestra alma con dicha y desdén.
Hay que decir adiós con lágrimas de alegría. Adiós al capitán eterno. Adiós al año de mierda. Adios a los que se fueron. Pero hay que recordar también que no importa el tiempo ni el espacio, siempre volveremos a encontrarnos con aquellos con los que fuimos felices.