En Monterrey, León perdió contra sí mismo

Hace más de cuatro mil años, en el antiguo Egipto, apareció por primera vez un símbolo enigmático y solemne, el “uróboros”, que muestra la figura de una serpiente devorándose a sí misma por la cola, en un círculo sin fin de autodestrucción y hambre.
Pues este sábado, el uróboros fue el símbolo que mejor representó al Club León en la cancha del estadio BBVA de Monterrey, donde demostró la misma ansia por devorar a los Rayados, aunque los verdes terminaron por engullirse a si mismos cuando traicionaron su misma esencia y apostaron a defender su ventaja, un precepto que últimamente no había estado en su lista de virtudes.
Así, era lógico que la máquina regiomontana, en su casa y con el empuje de su gente, se tiraría con todo al asedio del conjunto esmeralda, que aguantó estoicamente el empate por 90 minutos, pero que al final, cuando parecía que habían soportado el vendaval, sucumbió en el último momento a los embates rayados, y se fue con una nueva derrota de un campo donde parecen estar malditos.
Y es que la diferencia fue notoria. En la primera mitad, y a pesar de las ausencias por lesiones y expulsiones, el León se plantó con furia ante su rival. Apostaron al tú a tú, miraron a la cara al Monterrey, le quitaron la pelota y la llevaron a su área. Por eso no tardó en caer el primer gol, pero la ventaja provocó que el equipo se replegara. Ahí, con los regios tirados al ataque, cayó el segundo, que parecía calmar la situación, pero la falsa calma terminó poco antes del final de la primera parte, con el primer tanto rayado.
Después, para la segunda mitad, ya no hubo intención esmeralda. El León se refugió en su área, en espera de un contragolpe que pudiera culminar su faena. Pero este no llegó, y Monterrey comenzó, tranquilamente, su remontada.
Al final de poco sirvió el gran partido de Yairo Moreno, quien por fin parece haber encontrado su lugar en la lateral izquierda, o la adaptación de Jean Meneses a la contención, que finalmente, y a pesar de la sanción interna, fue cambiado por Carlos Guerrero en el segundo tiempo. No funcionó tampoco la entrada de Leo Ramos, que quedó aislado al frente y que falló la única jugada de peligro que tuvo, y al final, Ambriz pareció traicionar toda su filosofía al sacar a Ángel Mena y meter a Miguel Herrera Equihua en busca de atrincherarse y salvar un punto.
Ahora, con la derrota en sus espaldas, el Club León enfrentará su semana de descanso, en espera de recuperar su esencia y su vocación ofensiva de cara al próximo partido frente a las Chivas en casa, donde estará en juego el honor y la gloria de una rivalidad histórica.
La caída fue dolorosa, pero servirá para recordarle a Ambriz y sus muchachos que se puede ganar o se puede perder, pero que nunca, en ninguna circunstancia, te puedes permitir traicionar tus ideales.