El 12 de mayo nunca se olvidará

Fue el miércoles dos de mayo del 2012, hace diez años y una semana, exactamente. El reloj marcaba las 4:50 de la tarde, y en el vestidor visitante del estadio Universitario de la BUAP había un silencio sepulcral. ¿Por qué? Porque luego de los primeros 45 minutos, el Club León perdía 3-1 la final de ida de la Liga de Ascenso, y el olor a fracaso y a derrota se filtraba por primera vez entre los jugadores verdiblancos, que no habían perdido durante toda la fase regular de aquel campeonato.
“Recuerdo ese partido contra Lobos BUAP, que íbamos ganando 1-0 y nos dieron la vuelta, entramos al medio tiempo y todos con la cara desencajada, como diciendo: '¿Qué pasó?'”, recuerda Óscar Mascorro de ese momento. Darío Burbano es más directo: “En ese momento lo vimos muy complicado”, dice simplemente. Pero es Carlos 'El Gullit' Peña quien lo recuerda más claramente.
“Nosotros dijimos: 'Ahorita el profe nos va a meter una regañiza en el medio tiempo' y no, la verdad es que llegó, agarró la hielera, se sentó y dijo: '¿Bueno, pero que hacemos?', bien tranquilo; íbamos perdiendo en la final de ida y que el profe te diga eso muy tranquilo... Pues salimos y les dimos con todo”, recuerda, y Óscar Mascorro lo secunda:
“El profe Gustavo se sentó, nos dio dos o tres indicaciones muy puntuales, hizo los movimientos que tenía que hacer y el equipo empezó a caminar y a caminar y a caminar”, tanto así que la Fiera terminaría empatando ese juego a tres goles, “y bueno, ya para el segundo partido en León fue otra cosa”, finaliza Mascorro.
Eso mismo recuerda Burbano: “ya en la vuelta ya estábamos sintonizados todos y no sé cuántos terminó la final, cuatro o cinco”.
Entre tantas goleadas propinadas por la Fiera en aquella temporada, es fácil entender la confusión de Burbano. En realidad el marcador fue 4-0 en el Nou Camp, y el Club León de Gustavo Matosas pasó a la final de ascenso gracias a un global de 7-3 a favor.
Ese no sería el momento más glorioso de aquella temporada, ni el más complicado, y al contrario, es uno de los episodios que más suelen olvidarse de la historia del ascenso. Pero quizás es el que mejor ejemplifica los valores de ese equipo histórico: fortaleza, resistencia, pundonor, orgullo, confianza, y lo más importante, valor ante la adversidad.
Esos partidos contra los Lobos BUAP de Sergio Orduña sirvieron como preludio de la serie que cambiaría la historia del equipo una semana después, y que tocaría las vidas de los miles de leoneses que atestiguaron el regreso de su equipo a la primera división mexicana el 12 de mayo del 2012...
Todo comenzó con un error
Entrevistados en exclusiva por Fieramanía para recordar la campaña del ascenso, Óscar Mascorro, Darío Burbano y Carlos Peña cuentan sus historias particulares en León, y reviven, diez años después, ese semestre que cambió sus vidas.
Primero llegaron el 'Gullit' y el 'Toto' Mascorro como refuerzos para el torneo Apertura 2011, campaña que inició con Milton Queiroz 'Tita' al mando del equipo, pero donde se notaba que algo no marchaba bien.
“El primer torneo que tuvimos con Tita fue un tanto complicado”, admite Mascorro, “el equipo jugaba bien al futbol pero no convencía a la afición, recuerdo que la gente no se mostraba contenta con el accionar del equipo a pesar de que los resultados se nos estaban dando, y aún así el objetivo estaba muy presente y muy claro, que era obtener el pase a la liguilla y el primer campeonato”.
En ese entonces Mascorro llegó con 31 años cumplidos al Bajío como un defensor central seguro y consolidado, y en el mejor momento de su carrera, justo antes del declive de la edad. Pero la afición no lo vio así, y el 'Toto' aún lo recuerda.
“Al momento de mi llegada a León por ahí escuché dos o tres comentarios de que mi llegada no fue bien vista porque ya era un cartucho quemado. Ya tenía 32 años prácticamente, y la gente comentaba que ya era un cartucho quemado, que como era posible que hubieran hecho esa contratación. Y eso fue una espinita que se quedó clavada, ahora sí que te dan en el orgullo y te llenan de energía para demostrar que no estaban en lo correcto”.
Algo similar vivió el 'Gullit' Peña, un chico que tenía 21 años y que de un momento a otro tuvo que cargar con el peso de una afición dolida y frustrada que llevaba entonces nueve años en el infierno de la segunda división.
“Obviamente yo sabía del compromiso que tenía porque eran diez años sin ascender y la gente estaba dolida porque ya querían ver a su equipo en primera división. Pero yo sabía a lo que venía, el compromiso, la responsabilidad de venir a un equipo grande como lo es León, entonces yo traté de hacer mi futbol, de divertirme, no meterme cosas en la cabeza e ir paso a paso”, recuerda Peña. Sin embargo, Milton Queiroz no le pondría las cosas fáciles de entrada.
“Obviamente Tita tenía a sus jugadores, a su cuadro titular. En ese tiempo en media cancha estaban Marco Vidal, Edwin Santibañez y Alex Corona. Y nosotros pues bueno, a darle con todo para ganar un puesto titular. Tita no nos tomaba tanto en cuenta, y salieron problemas y se quedó Pedro Muñoz, y con él tuvimos un poquito más de continuidad, pero Matosas ya estaba viendo los partidos, los rivales, ya estaba moviéndose mucho porque sabía que iba a llegar”, rememora el 'Gullit'.
Y es que todo comenzó por un error, porque la directiva, encabezada por un jovencísimo Jesús Martínez Murguía, decidió despedir a Milton Queiroz 'Tita' y al entonces director deportivo, Paco Gabriel de Anda, luego de que ambos se enfrentaran, supuestamente hasta a los golpes, luego del empate a unos frente a Leones Negros en la jornada 6 de la Liga de Ascenso. Así, se terminó por elegir a Gustavo Matosas como nuevo entrenador.
DIRECTO | "Paco Gabriel de Anda es un tipo que pelea hasta con su sombra..." Tita reveló a @JuanPabloFdz cómo fue aquella polémica pelea con el directivo que provocó el despido de ambos.
— Fieramanía (@FieramaniaMX) July 3, 2020
¿Volveremos a ver a Milton Queiroz cómo técnico de León algún día? #Fieramanía pic.twitter.com/PhOT3lICeH
Sin embargo, la directiva pasó por alto que la Federación Mexicana de Futbol (FMF) impide que un director técnico dirija a dos equipos profesionales el mismo semestre, aunque sean de divisiones diferentes, por lo que Matosas no pudo tomar al León, y la Fiera se quedó con el interinato de Pedro Muñoz.
“Se queda Pedro Muñoz como técnico en ese momento, y nos toca jugar una liguilla complicada contra La Piedad donde nos sacan el resultado en el primer partido, que fue un partido un tanto raro por como se dan las cosas; ellos se van arriba en el marcador de manera holgada y luego empatamos y al final ellos se llevan la victoria. Y recuerdo que en ese momento las redes sociales se llenaron de mensajes, la afición estaba molesta, estaba inconforme con la eliminación a manos de La Piedad, y ese 'Otra vez' retumbaba en la cabeza de todos nosotros: 'Otra vez lo mismo', 'Otra vez nos ganan en liguilla' (…) fue un primer torneo de mucho desgaste emocional”, apunta Mascorro.
Pero ese semestre se sembró la semilla de lo que vendría después. Matosas tuvo varios meses para analizar y estudiar desde las sombras no solo al Club León, sino también a los rivales, mientras que jugadores como Mascorro o el 'Gullit' Peña comenzaron a entender y dimensionar el compromiso que significa jugar en el Nou Camp cada quince días.
“Aquí vinimos a hacer historia”
Así llegó enero del 2012, y Gustavo Matosas al fin pudo tomar las riendas del Club León. Con él vinieron algunos refuerzos más para fortalecer posiciones puntuales, entre los que destacaban dos extremos colombianos prácticamente desconocidos en México: Eisner Loboa y Darío Burbano.
Burbano tenía entonces 23 años cumplidos, y llegaba a León como su primera experiencia fuera de Colombia, en una ciudad desconocida para él y con una afición iracunda que exigía nada menos que el ascenso.
“Fue bastante difícil por lo que venía arrastrando la gente: 10 años en segunda división, con muchas oportunidades de ascender donde se decían muchas cosas de jugadores que se vendían, que a la hora de la verdad no salían las cosas, y todo eso genera un entorno negativo, porque cuando nos empezamos a acercar a las instancias finales la gente empezó: 'Va a ser lo mismo de siempre, lo mismo de cada año, llegan a la final y se venden', entonces sí fue un poco difícil”, admite Burbano.
Pero el nuevo técnico se encargó de hacerle ver a él y al resto de sus compañeros que no importaba el pasado ni lo que hubieran vivido antes, sino que lo importante era lo que harían ellos. Gustavo Matosas les hizo ver que el destino los había llevado a ese pedazo de tierra en ese preciso momento con un solo objetivo: hacer historia.
“El profe fue siempre muy claro, y el discurso de él siempre fue: 'Aquí vinimos a hacer historia', la tenía muy clara. Llegó en el momento indicado, tuvo los jugadores indicados, nos dio la confianza que necesitábamos, porque uno irse de Colombia a la edad que yo tenía y la gran mayoría de mis compañeros, que éramos muy jóvenes, a encarar a un equipo histórico en México, pues era complicado, pero él nos dio mucha confianza, y la tenía clara, él sabía que íbamos a hacer historia. No sé por qué tenía esa idea, pero bueno, gracias a Dios así fue, hicimos una muy buena temporada que nos dio el ascenso y fue lo mejor que nos pudo pasar en León”, dice Burbano.
Por su parte, el 'Gullit' Peña recuerda que lo que a él y varios más de sus compañeros los sorprendió, fue la honestidad de su nuevo técnico, un uruguayo de temperamento fuerte y palabra de honor que les hizo entender que juntos llegarían muy lejos.
“Él habló con sinceridad, habló con la verdad, lo que quería de nosotros, nos dio seguridad, nos dio confianza. Él quería también otra oportunidad en primera división al igual que nosotros, y la afición quería ver a su equipo en primera división, entonces todo se juntó y gracias a Dios nos fue muy bien”, afirma el 'Gullit'.
En lo personal, Peña sabía que el entrenador confiaba en él y lo tenía como una pieza clave de su esquema, pues el propio Matosas le confesó a su llegada que lo había pedido como refuerzo para su Querétaro desde un año antes, cuando el 'Gullit' todavía estaba en Pachuca, pero que al final la transferencia no se concretó.
“Incluso cuando llegó él me comentó que me quería para Querétaro cuando yo estaba en Pachuca, pero que no se pudo, y entonces cuando un entrenador te da confianza y le respondes y te sigue dando confianza, pues todo fluye mejor y ya la media cancha después se hizo del 'Chapo', el 'Gallito' y yo”, apunta.
Matosas entendió que en ese León todos buscaban una revancha deportiva. Los veteranos de entonces, como Santibañez, Corona o el propio Mascorro, tenían el compromiso de regresar al equipo a primera; otros como Nacho González, deseaban la oportunidad de demostrar que podían jugar en el máximo circuito; y los jóvenes que venían de Pachuca querían demostrar que estaban para más que reforzar a un equipo de categoría inferior.
Y a todos Matosas les dio lo que más necesitaban: confianza.
“Primero el voto de confianza hacia cada uno de nosotros, el manejo de grupo, el convencimiento, la cuestión futbolística, la cuestión táctica, nos daba muchas ideas y muchas alternativas para desarrollar el futbol, pero sobre todo nos dejó disfrutar de este deporte. Recuerdo que en las pláticas siempre nos decía: '¿Y ahora qué vamos a hacer?', muy diferente de otros técnicos que te dicen cómo jugar, qué es lo que tienes que hacer; él simplemente se sentaba en la silla y te decía: '¿Cómo vamos a quedar el día de hoy? ¿Qué es lo que vamos a hacer?', y ya cada uno de nosotros hablaba, y el hablar te compromete a hacer las cosas de la mejor manera. Y afortunadamente el plantel estaba muy unido, muy compenetrado, sabíamos a lo que estábamos jugando, era una cuestión nada más de tiempo para que el equipo explotara sus virtudes, sus cualidades, y que cada uno como jugadores diera lo mejor de sí mismos”, asegura Mascorro.
Incluso afirma que Matosas lo llevó, a sus 32 años, a su mejor versión futbolística.
“A mí en lo personal el profe Gustavo me sacó algo que desconocía de mí, y que al final con el puro convencimiento, con las palabras de aliento y de apoyo, exprimió lo que traía Oscar Mascorro, futbolísticamente hablando. Y en la cuestión del esfuerzo y del carácter, que siempre me había caracterizado, se potenció, y al final del día viví una de las etapas más bonitas de mi carrera deportiva con el equipo León”, señala tajante.
El 'Gullit' precisa que la clave para terminar invictos fue el hambre de todos por ganar y trascender.
“(La clave fue) el hambre que teníamos los jugadores, la confianza que nos daba Matosas de que si fallabas un pase no pasaba nada, pero la teníamos que recuperar. También la afición contaba mucho porque los equipos venían para acá y quieras o no les temblaban las patitas a muchos. Entonces yo creo que la clave fue esa, la confianza que nos dio el profe, el trabajo físico de Altieri, el trabajo de Matosas; que no veíamos mucho a los rivales, incluso en primera división no veíamos mucho a los rivales, siempre el profe se preocupó por nosotros, qué íbamos a hacer nosotros, cómo íbamos a jugar, y ya. Fue la clave esa, que él confió en nosotros, trabajamos bien para tener otra oportunidad en primera división tanto él como nosotros y la afición, que quería ver a su equipo en primera división”, afirma.
Incluso argumenta que Matosas mostró coherencia en su discurso y utilizó a todos los jugadores de su plantel, que lucharon codo a codo por un lugar.
“Matosas, si te das cuenta, le dio la oportunidad a todos los jugadores, a todos, no se quedó ninguno fuera, y el que la supo aprovechar la aprovechó y el que no pues no, pero a todos los jugadores, tanto chavos que iban subiendo como mayores, a todos nos dio la oportunidad”.
Esto mismo dice Burbano, que apunta que varios factores convergieron en León en ese primer semestre del 2012.
“Fue un poco de todo. Fue la parte emocional, la parte técnica, los muy buenos jugadores que teníamos, la afición, los directivos... Fue como un conjunto de cosas que se unió y sacó adelante el proyecto. También la parte táctica, la motivación del profe, la confianza que nos dio, porque confiaba absolutamente en cada uno de los jugadores que tenía, en todos”, argumenta.
Así, Matosas se convirtió en el líder del grupo; en el predicador que convenció a sus devotos de que juntos llegarían al éxito. De su mano, el equipo se convirtió en un solo ente en el que todos tenían voz y voto, y en el que todos eran parte de algo más grande.
“Fíjate que no había líderes, la verdad no había líderes, todos nos llevábamos muy bien, todos jalábamos parejo, y había una exigencia de todos contra todos, en el buen sentido, de que todos decíamos: 'Dale, vamos a meterle, este torneo tenemos que ascender'. Uno o dos líderes, como a veces los hay en los equipos, en este León no había. Lo que había era mucho compañerismo, se hizo una familia, todos jalábamos parejo. El único líder era Matosas y él era el que nos traía con todo, entonces todos jalábamos para el mismo lado y eso se reflejó en la cancha”, asegura el 'Gullit', y Burbano lo confirma.
“En ese momento, el equipo era de todos. Todos éramos líderes, todos empujábamos. Suele pasar que hay grupos donde el jugador que tiene más años es el que lleva la batuta, pero aquí habían muchísimos jugadores que opinaban y participaban, y habíamos otros que también participábamos, quizás no tanto como lo hacía Nacho González o el 'Chapo', que para mí fue desde el principio de los que lideraba el barco, pero sí éramos muchos los que participábamos y sacamos eso adelante (...) teníamos muy buen grupo, y todos en pro de mejorar el equipo, de cada vez ser mejores, y eso se vio reflejado durante el campeonato: fuimos un equipo que a donde íbamos nos parábamos y jugábamos y salíamos a buscar siempre el resultado”, añade.
El final de la década maldita
Diez años se dicen fácil, pero no lo son. Diez años incluyen muchas experiencias, mucho aprendizaje, mucho crecimiento. En diez años puedes pasar de ser un adolescente a convertirte en padre de familia, puedes acabar una carrera, puedes consolidar una empresa o puedes cumplir todos tus sueños.
Pero en León, la década entre el 2002 y el 2012 solo nos enseñó a fracasar. De todas las maneras habidas y por haber, ganando, perdiendo, siendo campeones o entrando de panzazo a la liguilla, con invasión de cancha o aplaudiendo a los rivales, con lágrimas de coraje o con puñetazos de rabia.
Era abril del 2012, el León había terminado invicto y se asomaba una nueva liguilla, pero los fantasmas de diez años de fracasos y decepciones volvieron a sobrevolar el Nou Camp.
Primero llegó como si fuera advertencia la final de ida frente a Lobos BUAP, que el equipo logró sacar adelante, pero después vino la final de ascenso, y el momento de la verdad. Y en el partido de ida en Tamaulipas, el equipo invencible finalmente fue derrotado.
“La verdad fue muy tensionante, porque no sabíamos lo que había sido perder durante todo el torneo, y llegar a la primer final y perder... Y al nerviosismo y todo lo que vivimos sumarle que nos expulsan a Sebastián, que era el goleador de nosotros, nos lo expulsan. Era una sensación de incertidumbre, un poco de miedo, más la gente presionando, porque la gente decía: 'Oooootra vez lo mismo', el entorno ese que te metía más miedo y más desconfianza. Pero hubo jugadas puntuales donde nos dimos cuenta que lo íbamos a ganar; en el partido hay una atajada de Melitón que era para el 3-0, y cuando cae el gol de Nacho, que era el 2-1, ahí dijimos: 'Le vamos a dar vuelta'”, recuerda Burbano.
En ese mismo tenor se encuentra Mascorro, quien recuerda que a pesar de la derrota y el baldazo de agua fría, todos se unieron en la convicción de que el ascenso en León todavía era posible.
“Era un sentimiento de esperanza, de confianza. De hecho estábamos platicando, estábamos en la tina de hielo en el vestidor del Marte R. Gómez, nos estaban haciendo el trabajo de recuperación en ese momento, y todos coincidimos en que el resultado estaba para regresar a León y darle la vuelta de la mejor manera; estaba la mesa puesta para conseguir el ascenso y que ya dependía de nosotros hacer las cosas mucho mejor de lo que lo habíamos hecho en Ciudad Victoria, estábamos todos tranquilos, conscientes de lo que íbamos a vivir”, afirma.
Pero el 'Gullit' Peña es el más claro de los tres: “No nos afectó para nada (la derrota). Esos fantasmas eran para los jugadores que venían atrás, nosotros éramos un plantel nuevo, teníamos la confianza del profe. Sí había especulaciones de que otra vez iba a ser lo mismo, pero estuvimos muy relajados, Matosas transmitía mucha confianza, todos confiábamos en todos, quedamos 2- 1 y dijimos: 'Allá con nuestra afición le vamos a dar la vuelta', y salimos tranquilos del vestidor. Los que no estaban tranquilos era parte de la afición y era entendible, porque tantos años y otra vez la derrota en la final... Pero nosotros a lo nuestro, estábamos tranquilos porque sabíamos que acá lo íbamos a revertir”.
Así llegó el día. La ciudad entera se paralizó y se congregó en el tres veces mundialista estadio Nou Camp. Ahí confluyeron 68 años de historia futbolística, de recuerdos dorados y de generaciones de aficionados. Ese fue el escenario donde se cambió la historia de León.
“La verdad yo estaba súper nervioso; antes de que iniciara el juego en lo que salíamos del túnel y eso, estaba temblando, porque yo nunca había visto el estadio tan lleno como ese día. Incluso en la final contra América no lo vi tan lleno como el día del ascenso, y pues íbamos abajo, y cuando vi que el 'Gullit' hizo el primer gol, ya dije: 'Bueno, tenemos que meterle a seguir haciendo goles', y ahí ya baja un poquito la tensión y nos soltamos y jugamos. De hecho yo tuve un golpe empezando el partido, que me salí de la cancha y me golpeé el hombro, pero en ningún momento pensé en salirme, yo dije: 'tengo que ayudar al equipo', porque era cuando más lo necesitábamos”, recuerda Burbano.
Por su parte, el 'Gullit' Peña encaraba ese duelo con el pie fracturado, pero convencido de que no había nada que le impidiera coronarse bajo el cielo del Bajío.
“Primero cuándo iba en el túnel me dolía el pie porque lo traía roto, pero cuando sales a la cancha y ves a toda la gente de cómo está emocionada por el partido y toda esa euforia se te olvida todo, lesiones, cansancio”, afirma el 'Gullit'.
Para Mascorro esa noche fue irreal y mágica, y aún hoy la voz se le quiebra al volver a esos momentos.
“Yo no me imaginé ni pasó nunca por mi cabeza lo que me toca vivir en el segundo partido con esa gran afición del León, con esa muestra de cariño y de apoyo desde antes de que iniciara el partido, yo me quedé sorprendido y lo sigo comentando: la canción de 'Caminos de Guanajuato', la tribuna, la cancha, me trae muchísimos recuerdos de cómo la gente gritó cuando salimos a calentar y comenzaron esos gritos de apoyo y esas muestras de cariño, eso es a mí algo que se me queda grabado. Y después de un gran partido que hicimos contra Correcaminos en el segundo encuentro, pues se obtiene el ascenso, se obtiene este objetivo tan esperado después de diez años, y el ser partícipe de esto, pues me llena de mucha satisfacción, de mucho orgullo el haber aportado mi granito de arena para poder ver todas esas sonrisas de esta gran afición que tiene el León”.
Finalmente, el 12 de mayo del 2012 los dioses se hicieron presentes en el césped del Nou Camp, y luego de diez años de torturas y maltratos, permitieron que la gloria por fin se apoderara de León, Guanajuato con una victoria por 5-0.
“La gente desde que iniciamos el torneo estaba metidisima, y se sentía, realmente se sentía, ya en la etapa final, en la etapa de liguilla y en esos partidos de ascenso, se sentía en el ambiente que las cosas se iban a dar. Lógicamente dependía de nosotros, pero ese apoyo por parte de la afición tiene un gran porcentaje en este logro. Hay gente que aún con el 3-0 en casa por ahí de repente dudaba, pero en el fondo de su corazón estaba esta cuota de esperanza de decir: 'Sí lo podemos lograr', y afortunadamente ya cuando cae el cuarto y el segundo gol, pues fue otra cosa, el estadio explotó, la gente empezó a gritar, a llorar”.
Aún diez años después de ese momento, Mascorro no puede con el peso de la nostalgia, y en este punto comienza a llorar.
“Son lágrimas de alegría, de gusto por lo que pudimos conseguir para esta directiva y para esta afición que se lo merecía. Era el momento indicado para regresar al máximo circuito y regresar al León a donde corresponde”, afirma cuando se recupera del impacto emocional.
Darío Burbano también se conmueve. Llegó de Colombia a un equipo desconocido lleno de aficionados frustrados que llevaban diez años en segunda, y terminó convertido en un leonés más que sufrió y gozó con ese pedazo de gloria.
“Era algo que, siendo honesto, yo nunca me imaginé, porque eran diez años y el ascenso es muy, muy duro. Pero no, fue felicidad total, porque nosotros lo teníamos en mente, pero ya cumplir ese sueño, y no solo de nosotros, sino de muchísima gente, era toda la gente de León con ese sueño y ese anhelo de volver a primera división, pues fue felicidad total, confianza. Yo me sentía y me siento como una persona de León, porque sufro, sigo los partidos, estoy pendiente, hace más o menos un mes estuve en León, y lo que se siente estar allí es algo que no te podría explicar, pero sí fue muy gratificante lograr ese ascenso para esa ciudad y para ese equipo”.
Pero más allá de ser un logro deportivo, el ascenso del 2012 con el Club León marcó la vida del extremo colombiano.
“Me puedo pasar el día hablando de eso, porque me emociona mucho, la verdad. Yo creo que mis mejores años de futbol, y muchos de los mejores años de mi vida los viví allá en León y soy un afortunado de haber estado en esa época, y esta es la hora que pasan y pasan los años y la gente sigue recordando ese momento y eso queda en la historia”.
Y el 'Gullit' Peña, con el pie fracturado y el pecho hinchado de orgullo, simplemente se deja llevar por sus recuerdos.
“Mucha satisfacción de haber logrado el objetivo, de haberlo conseguido, de voltear a ver a la gente: unos llorando, otros abrazándose, otros brincando... Fue impresionante, nosotros en la cancha contentísimos porque para eso entrenamos, para lograr una estrella en el escudo, entonces fue de lo mejor y la gente no se diga, un recibimiento espectacular al día siguiente ahí en el Centro, no se podía ni caminar”, apunta.
“León para mí lo es todo”
Hoy se celebra el décimo aniversario del ascenso, una fecha que parece haber trascendido como el día no oficial del aficionado esmeralda. La gente sale a trabajar con su jersey verdiblanco y se saluda con un honesto: 'Feliz 12 de mayo'. En el imaginario colectivo, no hay otro día en el que el fanático del Club León se sienta más orgulloso.
Hoy, diez años después, Óscar Mascorro se ha alejado del fútbol, pero reconoce que aún sigue los partidos de la Fiera, porque a él el equipo no solo le cambió la vida, sino que además le cambió los colores.
“Después de esa etapa en León, después de lo que me tocó vivir en la ciudad, con la gente, a nivel social, con la gente con la que me toca coincidir, tanto con la directiva, el cuerpo técnico, utileros, la gente de oficina, todo eso que me toca vivir con León te lo resumo así: simplemente me llevó a cambiar mis colores. Yo toda mi vida le había ido al Puebla porque mi padre fue jugador de ahí del Puebla, yo jugué ahí, me tocó ser referente de esa institución y de verdad le tengo mucho cariño a ese equipo y a esa afición, pero después de lo que me toca vivir en León te puedo decir que cambió los colores por los de la Fiera, y ahora soy aficionado cien por ciento a la Fiera, y a pesar de que estoy alejado del futbol en estos momentos, sigo al equipo desde lejos”, admite.
Y es que en ese periodo en el Club León se forjó la persona que es hoy Óscar Yaroslav Mascorro.
“Fue la etapa más bonita de mi carrera deportiva, el logro más importante de mi carrera deportiva por sobre muchas otras cosas por lo que significó para toda la gente. Este sentimiento que vivo cada que platico este tema del ascenso y que de verdad no puedo contener las lágrimas es por lo que me toca ver al día siguiente del ascenso, con la gente que va corriendo atrás del camión, venían chavos venía gente grande, por esas miradas de agradecimiento. Por eso cada vez que hablo de esto no logró contener las lágrimas, y a pesar de que ya pasaron diez años, escucho 'Caminos de Guanajuato' y me pasa lo mismo. Es algo que no voy a cambiar y que va a estar siempre guardado en mi memoria y en mi corazón”.
Algo parecido le pasa al 'Gullit'. Hoy, Carlos Alberto Peña afirma haber encontrado un nuevo equipo en el extranjero, aunque todavía no puede revelar cual es. El futbol ya lo ha llevado a Escocia, a Polonia, a El Salvador y a Guatemala, todo en medio de una vorágine mediática en la que sus acciones y su vida son juzgadas por el ojo público.
Pero a pesar del paso del tiempo y a pesar de todas las polémicas y las críticas que su figura levanta, la verdad es que ningún aficionado del Club León puede mencionar el nombre de Carlos Peña sin recordarlo como uno de los futbolistas más talentosos que han pisado el Nou Camp en este siglo.
“Marcó mucho y sigue marcando muchísimo en mí en todos los sentidos. Estoy muy agradecido, muy contento con todo el cariño de la gente. A pesar de que ya me fui hace varios años, me siguen recordando, me siguen hablando, me siguen contactando en redes sociales, apoyándome aunque yo esté jugando en otro equipo. Marcó demasiado, por eso tengo acá mi casa, tengo acá todo porque aquí me quedaré a vivir, primeramente Dios”, afirma el 'Gullit'.
Por su parte, Darío Burbano espera en su natal Colombia una oferta para seguir jugando al futbol. A sus 34 años, sus botines aún escurren la magia que derrocharon diez años atrás, cuando conocieron los campos desgraciados de la Liga de Ascenso mexicana.
Y aunque hoy estén separados por miles de kilómetros de distancia, León y Burbano ya son uno solo, porque el equipo va con él en su corazón.
“¿Qué te digo? León para mí León es todo. Mis mejores años los pasé allá, los viví allá, y me marcó, mi vida en lo personal y en todo dio un giro, después de León fui otro Burbano; antes de llegar a León era uno y después de León fui otro. Para mí León es todo, todo, todo, en la parte deportiva y en lo personal también, porque a la fecha te dicen: 'Burbano el del León', me identifican mucho con el equipo, y es mi equipo y yo soy un leonés más, y hago fuerza, apoyo, sufro, río... León para mí lo es todo”, concluye.
Así mismo sucede con la gente. Abuelos, padres, hermanos, hijos, familias enteras unidas por una pasión ciega y desmedida hacia el equipo de futbol de su ciudad. El Club León es el faro que guía las emociones de los casi dos millones de leoneses que viven en esta tierra, y los miles más que lo siguen desde el exilio. La Fiera es un país propio, y sus habitantes celebran esta fecha como si se tratara de su independencia.
Por que nunca olvidaremos esos seis meses perfectos, las goleadas cada quince días, las jugadas increíbles, aquella atajada salvadora y aquel gol de último minuto, aquella remontada inverosímil y aquella noche de celebración en la que perdimos la cordura y nos dejamos llevar por el delirio. No, el 12 de mayo no se olvidará nunca.