Diagnóstico: Soberbia e irregularidad

Como ante Atlas, las previas y los pronósticos ponían al Club León como claro favorito para derrotar al Puebla en el estadio Cuautémoc. Los camoteros estaban en la posición 18, apenas por encima de Veracruz, tenían la segunda peor defensiva, y al frente atacaban poco.
El partido pintaba fácil para el León, la máquina goleadora que tenía a Ángel Mena, a José Macías y a Ismael Sosa, los tres encendidos. Tal vez por eso Ignacio Ambriz creyó que era momento de darles descanso a los titulares, y mandó un cuadro alternativo, sobre todo en la zona baja, con William Yarbrough en la puerta y Herrera Equihua y Ramiro González en la central.
Así, con una alineación que denotaba exceso de confianza y soberbia, y conscientes de su superioridad, los esmeraldas salieron a la cancha poblana, seguros de que nada podría salir mal. Excepto que, efectivamente, todo se fue al carajo.
El Puebla, modesto pero aguerrido, les plantó cara a los verdes con una de las tácticas más viejas del futbol: el “Catenaccio”. El peruano Juan Reynoso apeló al mítico Helenio Herrera y su Inter de los sesentas, y apostó a resistir, nada más que resistir.
La franja cedió terreno, se agazapó dentro de su campo, y esperó. El balón lo tomaron los verdes, que se sentían cómodos con él y tenían el tiempo a su favor. Parecían resignados a la idea de que abrir el cerrojo camotero implicaría trabajar el partido, pasear el esférico de un lado a otro, buscar rendijas y fallas, y aprovechar las pocas oportunidades que generarían en los noventa minutos. Decidieron atacar pacientemente, con altivez y pedantería, como si se creyeran absolutamente superiores y más talentosos, seguros de que eventualmente encontrarían el gol y la victoria.
Pero el destino tenía otro guión. Un error humano, el del árbitro central Jorge Antonio Pérez Durán que marcó como penal un choque completamente legal, le dio al Puebla la oportunidad que esperaban, y se fueron adelante en el marcador en la parte final del primer tiempo.
Para la segunda parte, el León parecía todavía calmado, como si todavía confiaran en que su sola calidad, sin sacrificio ni intensidad, sería suficiente para voltear la situación en los siguientes 45 minutos. Y tal vez hubiera podido ser así, pero William Yarbrough fue William Yarbrough, los centrales fallaron en una pelota de trámite, y se vino el 2 – 0 en contra.
Hasta entonces el León sacó el corazón y la garra que no habían mostrado antes, pero el tiempo ya no alcanzó. Puebla entró al ida y vuelta, y tuvo opciones para marcar el tercero, pero por lo menos Ismael Sosa pudo descontar y sumó su sexto gol del torneo, la misma cifra que cuentan sus compañeros Macías y Mena.
Al final, el León se llevó una inesperada derrota del Cuauhtémoc. Tipos como Equihua, Ramiro, Díaz Price o Yarbrough fallaron justo cuando debían demostrar que estaban listos para pedir una oportunidad, y se ve difícil que alguno pueda ganarse un puesto en lo que resta del torneo. Pero el colmo del encuentro fue la demoledora posesión del 73%, que tuvo la Fiera, pero que tristemente apenas y se tradujo en un solo gol.
“Yo soy el responsable de la derrota, me equivoqué en el planteamiento”, aceptó Ambriz después del juego, pero la realidad es que una semana que pintaba para nueve puntos tras la victoria ante el líder Necaxa, se convirtió en apenas cuatro, con un rendimiento que deja muchas dudas.
Ya son tres partidos que pintaban fáciles para el León, y que se le terminaron por indigestar. Juárez, Atlas y Puebla probaron ser más complicados que los superlíderes Querétaro, Santos o Necaxa, por lo que la inofensiva visita del Veracruz al Bajío la próxima semana, que pintaba para ser un paseo, se vuelve peligrosa por estos antecedentes.
El Club León fue soberbio e irregular, pecados que le costaron la derrota en Puebla, y que amenazan su futuro más próximo.