Cumplimos nuestro sueño americano: León campeón

Ya era hora. Era una necesidad. El Club León creció tanto que las fronteras de México ya no pudieron contenerlo más. Su grandeza intrínseca, su gloria invaluable y su tradición futbolística obligaron al equipo esmeralda a cruzar el Río Bravo y demostrar porqué son uno de los conjuntos más importantes del país. Y esto es solo el principio.
Porque la noche de ayer en medio del desierto de Nevada, el Club León derrotó por fin a sus fantasmas. Además del Seattle Sounders, un buen equipo que supo aprovechar sus armas para poner contra las cuerdas a la Fiera, los verdes se enfrentaron a su propia cabeza, a los demonios que los acosaron tantas veces en el suelo maldito de los Estados Unidos, y que tantas veces los llevaron a la derrota.
Y en esta ocasión, parecía que el maleficio volvía a condenar al León. Pese a que salieron con vida de un primer tiempo rudo y físico en el que no sobraron las patadas y los empujones, al inicio la segunda mitad parecía que todo se caía a pedazos con el tanto en contra de Cristian Roldán.
Hubo minutos de duda y de derrumbe, en los que solo la fortuna impidió que Raúl Ruidíaz ampliara la ventaja de Seattle. Pero entonces, de cara hacia el desastre, apareció el orgullo y la ambición.
Consciente de que el partido se le estaba yendo de las manos, Ariel Holan fue claro y congruente, y reformó a su equipo sin cambiar su parado, sino cambiando las características de cada uno de sus elementos. Prescindió de un lateral defensivo como Mosquera para darle entrada a José David 'Avión' Ramírez, un tipo con más claridad para ir al frente. Sacó a un delantero hábil y dinámico como Víctor Dávila para darle entrada a un tanque como Emmanuel Gigliotti. Y por último le dio descanso a un desaparecido Jean Meneses para darle entrada a un hambriento Elías Hernández, que tenía en sus pies la clave de la victoria.
Estos movimientos, lógicos y efectivos, funcionaron de inmediato. Elías tomó la pelota y el protagonismo del juego, y la Fiera se fue al asedio de su rival sin misericordia. Los abrumó y desparramó en el campo, hasta que cayó el empate de los pies de Omar Fernández, Elías y el mejor atacante del Club León en los últimos años: Ángel Mena.
El ecuatoriano rompió su propia maldición y se convirtió en el protagonista de la final. Se dio el lujo de anotar el segundo tanto y fallar dos veces su triplete, aunque en la segunda el 'Puma' le enmendó la plana, y de paso le dio al club un segundo título, y que la cuenten como quieran.
Al final, el último tanto en contra fue solo para maquillar el marcador, y un merecido premio para un rival que nunca se achicó y que plantó cara de manera digna a uno de los mejores equipos de México.
Pero no se confundan. La noche de ayer fue completamente verdiblanca. Así lo dicen las lágrimas de Mena y la emoción Holan; así lo dicen los versos de 'Caminos de Guanajuato' que resonaron al unísono entre miles de yanquis; así lo dicen las letras de plata grabadas en el primer trofeo internacional de la historia de este equipo.
Justo en Las Vegas apostamos nuestras vidas y nos respetaron la victoria. León hizo su propio y salvaje viaje al corazón del sueño americano, y encontró que ahí, en algún lugar cerca de Barstow a la orilla del desierto, la vida tampoco vale nada.