Cuando Miguel Rugilo jugó en el Seguro
El argentino Miguel Rugilo fue el portero del equipo León que debutó el 20 de agosto de 1944 en el estadio Patria. El arrojo para jugar, sus lances espectaculares, el liderazgo en la cancha y su peculiar estampa -alto, fornido, de grueso mostacho y cabellera revuelta-, le convirtieron en la primera figura de aquella escuadra que se volvería estandarte de la ciudad.
A Rugilo no le tocó la gloria de los campeonatos. A los dos años se regresó a la Argentina y ni adiós dijo. Fue estrella de Vélez Sarsfield, jugó luego en Chile y se retiró en Brasil en 1957. Tuvo un efímero paso por la selección albiceleste, pero un partidazo contra los ingleses en su casa, le valió un eterno sobrenombre de honor: “el León de Wembley”.
Pero el 5 de octubre de 1964, cosas de la vida, Rugilo aquí estaba en León, otra vez en una cita histórica: la inauguración del “estadio” del Seguro Social. Mes y medio antes, llegó a la ciudad para participar en los festejos del 20 aniversario de los esmeraldas, lo que incluyó un juego amistoso de veteranos en La Martinica. Ahora surgía este nuevo encuentro. A sus 45 años, el bonaerense volvía a defender la meta verdiblanca.
Aquella noche en las instalaciones del IMSS, los veteranos del León -Marcos Aurelio, Montemayor, Varela, Luna, Bossa, Novo y Martinolli, entre otros-, hicieron pinole a un equipo amateur -el Ingeniería, de la Interclubes-; el partido se acabó antes de los 90 minutos por tres razones. Primero porque ya iban 8-0; segundo porque de las cuatro torres de luces, solo servían dos y ya no se veía bien. Y tercero, porque los asistentes ya invadían la cancha, festejando los goles,
La gente estaba feliz, sí, porque León recién estrenaba la “T-1” del IMSS ese enorme y moderno complejo hospitalario y de seguridad social, pero también porque el partido fue gratis y en el terreno de juego estaban los ídolos que durante años colmaron de alegrías a la ciudad. El graderío -para 4,100 espectadores- estaba lleno desde horas antes y los efusivos aficionados se repartían en torno al campo, mordiendo la línea de cal, como 20 años atrás en el Patria.
Y ahí estaba el grandote Rugilo, como si nunca se hubiera ido, abrazando a todos al final, como se despiden los amigos después de jugar.