Concachampions: Las lecciones que nos dejó LA

Teníamos todo para ganar. Éramos los mejores. El Club León había dominado el fútbol mexicano en todo el 2019, y el juego que hacía la Fiera no se veía en ningún otro lugar del país. Es cierto, nos faltaba un título, pero para eso estaba la Concachampions.
Llegamos con toda la confianza del mundo. Pedimos a Carlos Vela como rival y se nos fue concedido. Demostraríamos que el mejor equipo de los Estados Unidos no tenía nada que hacer ante el mejor de México; que a pesar de los dólares y los estadios gigantes, la calidad para patear pelotas aún está reservada para los latinos.
LAFC apenas había nacido. Nosotros ya habíamos vivido campeonatos, Concachampions y hasta la Libertadores. Los hinchas angelinos presumían su ambiente en las gradas, sus cantos coordinados y su pasión artificial. Sus seguidores entendían más de yardas y touchdowns que de goles y fueras de lugar, y enfrentados al fanatismo de más de siete décadas de la afición leonesa, no tenían nada qué hacer.
Fuimos soberbios, egoístas y arrogantes. Y la ida nos hizo daño, porque nos dio la razón. En el campo del estadio León, Los Ángeles se desvaneció. Carlos Vela y su séquito no fueron ni fantasmas del equipo que había dominado la MLS, y León los arrolló con calma, sin despeinarse, un 2 – 0 que demostraba exactamente lo que todos intuíamos.
La vuelta sería un mero trámite. Un gol de la Fiera obligaba a cuatro de los locales, y el pase estaría asegurado. Era el primer paso para la internacionalización del equipo y para soñar con el Mundial de Clubes. Todo estaba puesto para la conquista del mundo.
Pero fuimos víctimas de nuestra propia codicia. El equipo de Nacho Ambriz se enfrentó y perdió ante el peor enemigo de los deportistas: el exceso de confianza, y en Los Ángeles, California, todo se vino abajo.
Ahora el León fue el fantasma. Ahora los verdes no fueron ni la sombra del mejor equipo de México. Lucieron desorientados, desesperados, como si hubieran olvidado las bases mismas de lo que significa jugar al futbol. Fueron sobrepasados en todos los sentidos, y no fueron más que testigos mientras Carlos Vela, Diego Rossi y Eduard Atuesta destrozaban su mísera ventaja de dos goles.
Esa es, quizás, la peor noche del León de Ambriz. Nunca antes (y nunca después) habían sido derrotados de manera tan contundente en una instancia tan importante. La Fiera perdió completamente el rumbo y se dejó ir en caída libre en esos noventa minutos en los Estados Unidos.
Hoy, aún sufrimos las secuelas de aquella fatídica noche. La expulsión de Luis Montes en los minutos finales del encuentro no lo dejarán estar en el campo en esta revancha frente a Toronto. Pero además del sufrimiento y la impotencia, el duelo frente a Los Ángeles nos dejó algo mucho más importante: una enseñanza.
El equipo de Ignacio Ambriz debe de haber aprendido de esa dolorosa derrota. Ahora saben que deben ir siempre por todo, que no pueden especular un minuto, mucho menos un partido. Ambriz ahora sabe que no hay lugar para apuestas o experimentos, sino que en la Concachampions solo hay lugar para certezas. Ya no podemos regalar un solo centímetro del terreno de juego, y debemos tomar toda la ventaja que podamos en la ida, sin dejar nada a la especulación en la vuelta.
Esa es la lección de LA, y debemos aprovecharla en esta revancha. Ahora sí vamos por todo.