Chupón Rodríguez: nacer con ese don

15 Aug, 2019
chupon rodriguez
Memoria Leonesa | Datos Chivas

Imagina el momento de tu concepción. Imagina el milagro de la vida gestándose en el vientre de la que será tu madre. Imagina que Dios o una fuerza mayor, omnipotente y vigilante, decide aportar un chispazo de luz, una claridad que solo ha guardado para ti. Una pequeña dosis de grandeza, de talento innato, que miles envidiarán porque a ellos no les tocó.

“Yo pienso que se nace con ese don. Unos en otras cosas, como Hugo Sánchez en chilenas, Cristiano en remates de cabeza, de pie, y a otros nos da la habilidad de haber nacido con ese don de gambeta, burle, dribling, centros, pases. Eso no se aprende, se perfecciona, pero se nace con ese don”.

Eso es lo que cree firmemente José Concepción “Chupón” Rodríguez, y que aún presume en los campos de la liga de veteranos de Lagos de Moreno, donde todavía les entrega a los pocos afortunados que acuden a verlo los últimos derroches de descaro, picardía y magia que le quedan en los pies

El “Chupón”, o “Concho” Rodríguez, no solo nació en León, Guanajuato, sino que se crió en la colonia Los Olivos, un barrio humilde, leonés por excelencia, y donde comenzó a deslumbrar a los que lo veían pasar con una pelota en los pies.

“Desde los cinco o seis años empecé yo a jugar al futbol. Mucha gente me preguntaba que si yo había aprendido a hacer mis dribles, mis gambetas, mis burles, y les decía que no, que desde niño yo nací con ese don, gracias a Dios, y lo mantengo desde que inicié a jugar futbol de niño y hasta ahora, que sigo jugando”.

El destino quiso que un hombre, Lupe Márquez, notara su talento, y fue él quien lo encaminó al Club León, y posteriormente, a la gloria.


Foto Memoria Leonesa

“Lupe Márquez, que en paz descanse, metió en el Torneo de los Barrios al equipo de La Merced, y me invitó, pero nunca me juntó, me juntó ya hasta el último partido. Yo creo que por remordimiento que en todo el torneo no me juntó y en el último partido vio mis cualidades, ahí se arrepintió y me invitó a ir a entrenar al Cachorros de Tercera División con el “Peterete” Santillán, que en paz descanse, y yo muy contento y muy agradecido hasta la fecha con el señor Lupe Márquez, porque de no haber sido por él, a lo mejor yo no hubiera destacado en el futbol”.

Pasó tres años en el Cachorros, mientras el mítico “Peterete” Santillán, un histórico formador de talentos leoneses, terminaba de pulir el diamante en bruto que veía en el “Chupón”. Finalmente emergió en el primer equipo esmeralda a finales de los setentas y principios de los ochentas, y de inmediato se ganó la titularidad, aunque para su mala fortuna, se trataron de años de vacas flacas, donde el Club León peleaba en la parte baja de la clasificación.

“Cada año peleábamos por no entrar en la liguilla por el no descenso. Frustración no me queda, porque desde que llegué a León y debuté fui titular por siete años, pero frustración no, me dejó mucha satisfacción, muchas alegrías, dejé muchos amigos, la afición todavía se acuerda de mí (unos, otros no), y eso es lo bonito, y yo estuve satisfecho de lo que hice esas ocho temporadas que jugué con el León”.


Foto @MemoriaFutbol_

En aquel León desangelado y sufridor, era obvio que uno de los mejores elementos era el “Concho”, que le arrancaba a la fanaticada esmeralda los pocos esbozos de alegría que les permitía el mal estado del equipo, cosa que no pasó desapercibida para sus competidores.

“Nunca me quisieron vender, y cada año dos o tres equipos se interesaban por mis servicios, pero el Club León nunca me quiso vender. Aquí viví una maravillosa y muy bonita etapa cuando jugué para el León”.

Pero Alberto Guerra, uno de los técnicos que más prestigio ganaba en esos años, no entendió razones, y se puso como objetivo personal su fichaje, primero para el Potosinos, aunque este nunca prosperó.

“Después me enteré de que el señor Alberto Guerra, desde que estaba en San Luis cuando era el Potosinos, requería mis servicios, pero el León nunca tuvo la disposición para venderme y a lo mejor el Potosinos no tuvo lo económico para la compra”.

Fue por eso que cuando Guerra llegó a entrenar al Guadalajara a principios de los ochentas, su primer pedido a la directiva fue llevarse al “Chupón” Rodríguez, la estrella del Club León.

“Así que el señor Alberto Guerra va a Guadalajara y desde que llega pide y vuelve a pedir mis servicios, hasta que el León se decide a venderme y llego a Guadalajara”.

Con las Chivas estaría seis años, en los que confirmó su futbol atrevido y alegre, siempre con algún recurso, alguna pirueta que le permitiera superar al miserable que osara plantársele enfrente, y fue ahí donde se convirtió en un ídolo nacional. Tal vez por eso es que todavía hoy reconoce su pasión por el Guadalajara.


Foto Datos Chivas

“Me inclino más por Guadalajara porque donde quiera tiene afición. León también pero no como Guadalajara. Chivas va de visitante y llena los estadios. Aquí últimamente el León venga quien venga está lleno, pero en donde se paraba Chivas había estadios llenos. La mejor afición, mis respetos para León, que está apoyando al equipo siempre, en las buenas o malas o regulares, pero ahí está presente, pero la de Chivas creo que tiene más afición que el Club León”.

Su consagración llegó en 1987, cuando las Chivas de Alberto Guerra consiguieron su novena estrella en una final trepidante frente a Cruz Azul, y que terminó con 17 años de sequía en el palmarés rojiblanco.

“Fue un orgullo, una satisfacción haber quedado campeón con el Guadalajara, el equipo más popular de México. Yo estaba emocionadísimo, sigo emocionado, porque todavía mucha gente me recuerda cuando fui campeón. Me dicen: 'tú fuiste el factor de ese campeonato en la liguilla'. Y me entregaron un casete, y sí, la verdad sí participé en los goles y pases para el campeonato con Chivas”.


Foto Datos Chivas

Pero al mismo tiempo, en ese 1987, el equipo de su tierra, el que lo vio nacer y emigrar y crecer, sufría lo indecible, y se hundía hasta el fondo con la primera caída de su historia a la segunda división, un descenso que cortaba 43 años consecutivos del Club León en el máximo circuito.

“Yo nunca pensé, nunca creí que el León fuera a descender, inclusive yo a mi amigo, el “Pelón” Gutiérrez, que en paz descanse, que era mi compañero de habitación, le dije que el León nunca iba a descender porque era un equipo de tradición y que nunca iba a descender, y mira, se dieron las cosas que descendió”.

Luego del campeonato, el “Chupón” estaría tres temporadas más en Guadalajara, hasta que en 1990 es dado de baja y decide terminar con su carrera.


Foto Datos Chivas

“Me buscó el Irapuato, fui y me probé, pero no me quedé porque no hubo medios económicos, no llegamos a un arreglo, y fue el modo que me retiré. De aquí de León no, nunca tuve ofertas para regresar a jugar aquí. Tenía 33 años cuando me retiré”.

Ahora, con 62 años cumplidos, se mantiene como siempre, humilde y dicharachero, y pateando pelotas cada sábado a las 4:30 de la tarde en la liga de veteranos de Lagos de Moreno, donde preserva el estilo descarado y frontal de los extremos de antaño, una raza que va en decadencia.


Foto Alejandro Martínez

“Ni en León ni en Guadalajara ni en otros equipos he visto jugadores que sean desequilibrantes por la banda, que desborden, centren y pasen, que hagan fintas, amagues. Se perdió ese jugador de antaño, el extremo, donde daba uno espectáculo, que decía la gente que le gustaba vernos jugar a jugadores no como yo, sino al “Abuelo” Cruz, el “Chicharo” Hernández, Eduardo Moses, la “Cobra” Muñante, Roberto Salomone, Isidro Caballero, era un espectáculo ver jugar a ese tipo de jugadores. Ahora se ha perdido mucho por la evolución del futbol, pero se perdió mucho espectáculo por las bandas”.


Foto @MemoriaFutbol_

Ese tipo de juego también le costo demasiadas patadas arteras a lo largo de su carrera, aunque antes que preocuparse o lamentarse, al “Concho” Rodríguez se le pinta una sonrisa auténtica cuando recuerda esos episodios.

“Me decían: 'Te la voy a poner en el cuello', 'te voy a fracturar', ´no me vas a hacer nada'. Yo nomás me les quedaba viendo, pero ya cuando agarraba el balón, les hacía mis fintas, mis dribles, los burlaba, centraba y todo, y les decía: '¿Qué me ibas a hacer?', y ya sabrás lo que me decían, pero nunca me burlé de los adversarios. Sí hubo varias defensas muy fuertes, unos sí con mala intención, y otros no, con su juego fuerte que así era su característica. Es parte de tener ese don, siempre vamos a estar expuestos a los golpes”.

Así es la vida de los talentosos, los que nacieron diferentes al resto de los mortales. Dios, en su infinita sabiduría, decidió que José Concepción Rodríguez fuera un artista, un maestro del balón, con la banda derecha como lienzo en blanco para expresar las inquietudes de su corazón. Y quiso también que León y Guadalajara fueran los escenarios de sus obras de arte, y que dos de las aficiones más importantes y conocedoras del país fueran los testigos de su magia.

“Aparte de lo que yo les di en el futbol, mi juego alegre, vistoso, con el dribling, las fintas, amagues, y todo eso, aparte viene la humildad, porque mucha gente me lo ha comentado: 'aparte de gran jugador una gran persona. Siempre te hemos visto tan humilde como cuando empezaste, tan humilde como cuando fuiste y tan humilde como cuando te retiraste'. Esa es la mayor satisfacción que yo tengo”.

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