Bienvenidos al repechaje

Los aficionados del Club León, para bien o para mal, estamos acostumbrados a la grandeza. Es por eso que a pesar del fracaso continental, esperábamos resurgir en la liga, terminar invictos el torneo y hasta meternos en los cuatro primeros y evitar el repechaje.
Exigimos perfección porque sabíamos que era posible; todo pasaba por derrotar a Mazatlán y a Querétaro, equipos que por historia y actualidad, son de menor jerarquía que el aún campeón de la Liga MX.
Pero cuando pensamos que teníamos todo para ganar, cuando nos atrevimos a volver a soñar y a pensar en el bicampeonato, el equipo nos demostró que no, que no son confiables, que su rendimiento es tan bipolar como caótico, y que 30 minutos de absoluto dominio pueden venir seguidos de 60 minutos de naufragio, de exceso de confianza y de sobradez.
Gracias a esta macabra derrota en Sinaloa, el Club León dejó casi asegurada su presencia en el repechaje, donde se jugará toda la temporada en un solo partido, y donde, independientemente del rival o las condiciones, saldrá en desventaja.
Porque en el duelo del repechaje los verdes se enfrentarán a equipos similares a Mazatlán: equipos de la parte media baja de la tabla, de menor nivel, lejos de su mejor momento, pero que no tienen nada que perder, que lo arriesgan el todo por el todo, y a los que les sobran agallas para dar la campanada y sacar al campeón.
Hoy, los equipos que llegan como víctimas frente a León tienen ventaja, porque los esmeraldas se han vuelto soberbios, se han emborrachado tanto en las mieles de su juego colectivo y total que han dejado de lado el otro lado del futbol, y quizás el más importante: la sangre, el sudor y el hambre.
En el repechaje le esperan a la Fiera equipos hambrientos de la gloria que al León parece ya haberle hastiado, y ese se ha convertido en su talón de Aquiles. Les pasó frente a Toronto, que llegaba sin media plantilla titular y jugaba fuera de casa. Les pasó ante Juárez, que se cansó de fallar el empate y que se topó con un Cota inspirado. Y les pasó ante Mazatlán, que los exhibió como no los habían exhibido desde hacía mucho tiempo.
En el Pacífico, a la Fiera le faltó carácter y pundonor, y se derrumbó ante su propia superioridad. Mostró sus extremos más opuestos, y se dejó llevar por una polaridad que se ha convertido en su peor enemigo.
Ahora les queda un encuentro frente a Querétaro para aprender a lidiar con su exceso de confianza. Un partido para entender que cuando se porta la playera esmeralda, no se puede aflojar ni un solo segundo. Noventa minutos para recuperar el hambre y recuperar el orgullo y recuperar el fuego y recuperar la inspiración.
Solo así podremos trascender, y más que eso, solo así podremos competir dignamente y terminar los partidos hinchados de orgullo, sin importar el resultado, pero satisfechos al ver que nuestros muchachos dejaron todo en la cancha por nuestros colores.
Estas últimas semanas nos han dejado muchas lecciones que aprender, solo queda poner atención y hacer la tarea.