Así se vivió el Ascenso desde el vestidor

Era un día soleado de mayo, un sábado cualquiera de ocio e indiferencia, una tarde olvidable para la mayoría de las personas.
Pero ese mismo día, en la ciudad de León, el mundo dejó de girar. Ese 12 de mayo del 2012 se convirtió en una fecha sagrada, en un punto de referencia que marcó las vidas de todos los apasionados que en su infancia eligieron apoyar a un equipo de fútbol que vestía de verde y blanco, y que lucía el escudo de un león en su pecho.
Ese día se concentraron diez años, una década completa de sueños rotos, deseos incumplidos y viles fracasos que se redujeron a tan solo dos horas de un partido de fútbol; y en donde se puso en juego un sentimiento tan anticuado y visceral como lo es el honor.
Y el Club León derrotó a los Correcaminos de la UAT, y volvió a la primera división, y todos, absolutamente todos, fuimos felices.
¿Pero qué significó estar ahí ese día? ¿Cómo fue vivir el ascenso en el Nou Camp, en su césped o en su tribuna, mientras la ciudad se dejaba el alma en festejos y lágrimas de alegría pura?
“Fue el mejor momento que he vivido futbolísticamente”, responde Luis Nieves, que entonces era uno de los jugadores que más tiempo habían pasado en el León, y que esa noche marcó un gol que ayudó para concretar el ascenso.
“Es de mis recuerdos más bellos, lo mejor que me dejó el fútbol”, dice Esteban Paredes, que era el tercer portero de aquel plantel, pero que sintió de primera mano cómo el equipo y la ciudad se unieron en una masa de júbilo y felicidad que hoy resulta indescriptible.
Aunque todo comenzó mucho antes, en el inicio de un Clausura 2012 que era, nuevamente, una incógnita. El torneo anterior, el Apertura 2011, el León había caído en semifinales contra La Piedad, y ahora tomaba el mando del equipo un uruguayo desconocido, ignorante del circuito de ascenso, un tal Gustavo Matosas que había sido elegido para relevar a Milton Queiroz “Tita”, pero que no había podido dirigir por cuestiones del reglamento de la Federación Mexicana de Futbol (FMF).
Esteban Paredes, que era canterano de la Fiera y que luchaba por un puesto en la portería frente a Melitón Hernández y William Yarbrough, recuerda que los jugadores tampoco conocían a Gustavo, pero que al final el técnico supo aprovechar el tiempo que estuvo sin dirigir para definir el rumbo que tomaría su León.
“A Gustavo desde que lo anunciaron en ese Apertura 2011 lo hemos de haber visto dos veces, pero fue alguien muy inteligente porque tuvo la discreción y el tiempo para poder estudiar y analizar muy bien el tema de la categoría, lo que necesitaba el equipo en ese momento, y también a la afición, y eso logró que el torneo fuera exitoso, porque hubo una conexión muy fuerte con lo que el aficionado quería en ese momento: un equipo ofensivo, un equipo vistoso, un equipo que se arriesgara” .
Luis Nieves confirma esta versión, pero añade que en cuanto comenzaron a jugar y a ganar, tanto el equipo como el ambiente en la ciudad comenzó a crecer en confianza.
“No conocíamos a Matosas, pero conforme se fueron dando las cosas, empezó a llegar esa confianza por el estilo de entrenamiento, de juego, lo que veíamos con Gustavo, y fue muy importante porque era un equipo que comenzaba a competir, un equipo diferente que le gustaba jugar y ganar, entonces todo eso fue nos fue llenando de confianza e ilusión a nosotros y a la afición”.
Esteban recuerda que para mantener la inercia ganadora, tanto Matosas como el propio plantel recurrieron a los jugadores más experimentados, tipos como Melitón Hernández, Nelson Sebastián Maz, Óscar Mascorro o Éder Pacheco que se echaron el equipo al hombro, aunque destaca un nombre en particular. Sí, el de Ignacio González.
“Nachito desde que llegó, siempre ha sido el líder, y es alguien que demuestra mucho con lo que hace dentro de la cancha, que sí habla y trata de orientar a los más jóvenes; y así como ven ustedes que en los partidos se parte el alma, en los entrenamientos es lo mismo, es un tipo muy competitivo y en ese momento creo que todos teníamos un chip de lograr cosas importantes”.
Ese grupo mantenía la cohesión en el plantel, pero Nieves recuerda que el principal culpable de motivarlos y de que creyeran que el ascenso era posible no era otro que el propio Matosas.
“Gustavo tuvo mucho que ver. Era una persona ganadora, que no le gustaban los errores, entonces nos hizo a nosotros ser perfeccionistas en todo, en los partidos, en los entrenamientos, y eso fue muy importante, porque mantuvimos la concentración, sabíamos lo que teníamos que hacer en cada partido, todo lo trabajabamos en los entrenamientos, y todo eso lo llevamos a la cancha, jugábamos casi sin ver”.
El discurso de Matosas provocó que el equipo terminara la campaña regular invicto, sin perder un solo partido. Destrozaron a todos sus rivales y en la liguilla se impusieron a los Lobos BUAP para conseguir el campeonato. Los ánimos estaban a tope y solo quedaba el último escalón de la final de ascenso para regresar a primera. Pero entonces, en el partido de ida, pasa lo impensable, y la Fiera sufre su primera derrota de todo el torneo, justo en el peor momento posible, como lo admite Nieves.
“Siempre pasaban ese tipo de situaciones, y te llegaba el gusano de que otra vez puede pasar lo mismo. Los que ya habíamos vivido eso anteriormente, que prácticamente era yo el que tenía más tiempo ahí, pues yo comentaba que íbamos a cerrar en casa, con nuestra gente, que eso es importantísimo y más acá en el León, que siempre nuestra afición se hace pesar, y lo importante era estar concentrados y pegar primero, eso iba a ser clave, y teníamos que estar encima. Queríamos tener cero errores atrás y adelante los teníamos que matar, y así fue”.
Los fantasmas de las finales perdidas y los fracasos anteriores volvieron a aparecer, pero el equipo cerró filas, se aisló del exterior, y se convenció de que en el Nou Camp, harían historia. O al menos así es como lo recuerda Esteban.
“Cuando se termina el partido de ida y llegamos al vestidor ahí en Ciudad Victoria, todos nuestros gritos, nuestro apoyo, nuestra energía estaba enfocada en el tema de darle la vuelta. Sabíamos que con el apoyo de la afición, con el estadio lleno, sabíamos que se le podía dar la vuelta, y tan fue así que por eso queda un marcador tan holgado que yo no recuerdo haber visto en ninguna final de ascenso”.
Porque en la vuelta en el Nou Camp el equipo salió a devorar a los Correcaminos, que apenas y pudieron meter las manos ante el vendaval esmeralda. Cinco goles a cero para sellar el ascenso, y un tanto que, en lo personal, le cambió la vida a Luis Nieves.
“Fue un alivio, fue un respiro, fue un momento inigualable, y el gol fue el gol que más he gritado en mi vida, que se me salieron las lágrimas en ese momento porque sabía que era el 3 – 2, el gol que ascendía, un gol que cayó en un momento espectacular y fue un gol que mató, que era el ascenso, el campeonato. Lo tengo siempre en mi mente, en mi corazón”.
Nieves tiene ese día como el mejor de toda su carrera, y recuerda todo el esfuerzo y el sacrificio que realizó para llegar hasta ahí.
“Yo siempre tuve ofertas, opciones de salir, pero no quise, yo les comentaba que yo quería estar en el León, quería ascender con el León, porque era un amor que yo sentía por el equipo. (…) En su momento pude haber sido más cómodo cuando me ofrecían irme del León, y muchos me comentaban: 'Ahí se van a quedar, y va a pasar lo mismo todo el tiempo, es una maldición y no van a ascender, mejor vente para acá y ganando más dinero'. Muchas veces hubo eso, pero yo créeme que tenía bien claro mi objetivo, que era quedarme y ascender. Era un compromiso, una meta que tenía con el equipo y la afición”.
Por su parte, Esteban Paredes vivió ese momento desde la tribuna, y aunque estuvo lejos de sus compañeros, sí estuvo cerca de la gente y la afición que ese día se le entregó en cuerpo y alma al Club León.
“Yo no recuerdo haber visto nunca a un estadio tan metido, tan consciente de lo que se estaba jugando, y apoyando a tal grado como aquella ocasión. Yo me acuerdo y me pongo chinito porque estaba en la grada con mi familia y amigos, y me tocó ver cómo se iban transformando con cada gol, como había llanto, alegría, cantos... Es un recuerdo que nunca voy a olvidar”.
Ese también fue el punto más alto de la carrera de Esteban, que había llegado a la institución a los 15 años tras ser visoreado por Benedicto “Venadito” Bravo, y que ahora podía presumir de haber formado parte de ese plantel que hizo historia.
“Fue la culminación de muchos esfuerzos, de muchos sacrificios que realicé dentro del club, de muchas subidas, bajadas, cambios de técnico, oportunidades cerradas, buscar por otros lados. No es un camino bello el que vivimos todos dentro del fútbol, pero esa fue la mejor recompensa que pude haber vivido con el equipo que más quiero, con la gente que más quiero, y regresar un poquito de esa felicidad pues no tiene precio”.
Tras el ascenso, Esteban se fue del Club León, jugó en Segunda División y después jugaría en el Unión de Curtidores de Ricardo Rayas, donde llegaron hasta la final de ascenso, pero la perderían contra Ballenas Galeana. Entonces Esteban decidió terminar con su carrera en el fútbol.
Nieves, por su parte, sí se quedó y debutó en primera con el León, con lo que vio culminado el sueño de su vida.
“Era un sueño, me había trazado esa meta de ascender y jugar en primera división, y gracias a Dios y al trabajo que uno hace, se dio. Cuando me tocó jugar, créeme que eché un respiro de alivio, dije: 'Lo he conseguido, lo que me había trazado en mi mente'. Y ya después te trazas más objetivos, que era la consolidación”.
Tras su paso por la Fiera, Nieves se ha mantenido como un goleador empedernido, y además de fichar por algunos equipos del Ascenso MX, ha emprendido aventuras en el extranjero en Colombia, Estados Unidos o Guatemala, donde el año pasado marcó 13 goles. Asegura que a principios de este 2020 tenía opciones para mantenerse en Guatemala o jugar en China, Brasil o hasta el Uruguay, aunque revela que su sueño es portar el esmeralda una vez más, y decir adiós con el escudo del León sobre su corazón.
“He tratado de regresar al León porque yo me siento muy bien todavía, física y futbolísticamente, y he tratado de regresar al equipo de mis amores y poderme retirar ahí si Dios me lo permite”.
Sea lo que sea que les depare el futuro, tanto Luis Nieves como Esteban Paredes tendrán para siempre el recuerdo de su hazaña, y podrán presumir que estuvieron ahí aquel 12 de mayo, cuando el mundo dejó de girar en León, y cuando saciaron por fin su hambre de gloria.