“Una pasión es una pasión”
-“¿Qué tal, escribano, cómo le va?”, arranca Pablo, saludando a su amigo de borrachera. “Acá le traje al amigo del que le había hablado: Espósito, el escribano Andretta”, los presenta, pero después le precisa a Benjamín que “es escribano en serio, es mi asesor técnico”.
-”Ahí le doy una tarjeta”, dice el escribano, mientras se empieza a hurgar el bolsillo del saco.
-”Vamos con la primera carta de nuestro querido amigo”, dice Pablo, sin hacer caso al escribano, y cuando por fin se da cuenta que el hombre todavía lucha por encontrar su tarjeta de presentación, le dice: “Déjela, déjela”, y el escribano obedece.
-”'Te juro que con lo que llovió quedé como Oleniak la vez aquella'. Escribano, por favor...”, dice Pablo, cediéndole la palabra a su amigo.
-”Juan Carlos Oleniak, debutó en Racing en el año 60, en el 62 pasó a Argentinos Juniors, en el 63 volvió a Racing. En un clásico con San Lorenzo le dieron un empujón y lo metieron de cabeza en el foso, salió todo empapado”, responde el escribano entre risas.
-”Es cosa seria”, advierte Pablo, “acá lo llamamos Platón porque vive de la Academia”, señala, pero detrás de él, el escribano no se toma el apodo con gracia, y le dedica a Pablo un silencioso: “boludo”.
Sin escucharlo, Pablo prosigue.
-”'Yo te voy a traer, vieja, y vamos a ser flor de yunta; no es lo mismo Anido, que Anido con Mesías'. Doctor...”
-”Anido y Mesías, backs del Racing campeón del 61, Negri al arco, Anido y Mesías,Blanco, Piano e Insachi, Corbatta, Pizzuti... Mancilla, Sosa y Belén”, recuerda el escribano con una sonrisa que se le escapa de los labios.
-”´Quedate tranquila, vieja'”, continúa Pablo. “'Que en eso soy como Manfredini y no como Babastro'. Escribano...”, dice, mientras rodea los hombros de su amigo.
-”Pedro Waldemar Manfredini. Se lo compraron a los mendocinos por dos pesos y resultó ser un jugador extraordinario para su época, increíble”, recuerda el escribano visiblemente emocionado por el recuerdo de su ídolo, pero olvidándose del otro apellido mencionado.
Con una simple mirada, Pablo le recuerda que aún tiene una asignatura pendiente.
-”¿Julio Babastro? Puntero derecho, jugó solo dos partidos entre el 62 y el 63 sin abrir el score”, precisa, encogiéndose de hombros.
Mientras, Pablo lee otro fragmento de las cartas.
-”Cito: 'Yo no quiero terminar como Sánchez'. ¿A quién se refiere como Sánchez, doctor?”
-”Seguramente se está refiriendo al guardameta Ataúlfo Sánchez, eterno suplente del gran
Negri, jugó solamente 17 partidos entre el 57 y el 61”, recuerda, mientras toma su vaso de rocas para darle un trago a su whisky amaderado.
Este fragmento pertenece a la película argentina 'El Secreto de sus ojos' (2009), dirigida por Juan José Campanella y basada en la novela de Eduardo Sacheri, que se convertiría en la segunda película del país sudamericano en ganar el premio Oscar a mejor película extranjera.
Pues este jueves 17 de febrero del 2022, y en medio de una acción tan mundana como navegar por el Facebook, se atravesó un post de la gran página de nostalgia 'Solera Esmeralda', en el que se recordaba un partido amistoso, jugado entre el Club León y el Racing Club de Avellaneda el mismo 17 de febrero, pero de 1957.
La anécdota cuenta un error en dos crónicas diferentes del juego, que ganó Racing por 1-0, pues mientras en una ponen como anotador del gol a Juan José Pizzuti a pase de Manfredini, la otra dice que el tanto fue de Balassanian, tras un remate fallido del mismo Pizzuti.
Esos nombres, desconocidos y peculiares en México pero seguramente populares en Argentina, de inmediato sacudieron mis recuerdos, y me llevaron a una de las escenas más épicas de la película.
Porque de pronto, me di cuenta que ya sabía que ese Racing que visitó y venció a León, saldría campeón de Argentina al año siguiente, en 1958, con Manfredini como gran figura tras marcar 19 goles en 30 fechas antes de emigrar a Italia para convertirse en ídolo de la Roma, mientras que Pizzuti se quedaría en Racing hasta 1961, cuando fue parte del plantel que conquistaría nuevamente la Primera División Argentina, tal y como recordaba el escribano.
Así que a los leoneses que en 2010 tenían sesenta años o más y que vieron la película en el cine y escucharon los nombres de Manfredini y Pizzuti del Racing Club de Avellaneda, no les parecieron desconocidos, y alguno habrá recordado que en su infancia los vio jugar al futbol y enfrentar en La Martinica a un León que era la potencia futbolística mexicana de esa época.
Me imagino a esos leoneses recordando en la sala de cine la alineación del León campeón del 56, apenas un año antes del encuentro frente a Racing, y saboreando cada nombre en sus lenguas, como lo hace el escribano en la película.
“Carbajal, 'Mulo' Gutiérrez, Nova, Bravo, Marik, Luna, 'Fello' Hernández, Aurelio, De la Tijera, Martinolli y Bossa”, debieron pensar, con una sonrisa en sus rostros.
-”Escribano, ¿qué es Racing para usted?”, pregunta Pablo, aunque ya sabe la respuesta.
-”Bueno, una pasión”.
-”¿Aunque hace nueve años que no sale campeón?”, lo increpa.
-”Una pasión es una pasión”, responde contrariado el escribano.
Y no hay mejor definición que esa para describir al futbol, así hoy como hace sesenta años, en Birmingham, en Bilbao, en Marsella, en Roma, en Estambul, en Buenos Aires y también en León, Guanajuato, México: son recuerdos, son anécdotas, son historias separadas por décadas y por miles de kilómetros, pero conectadas por una película...
El futbol es una pasión, y una pasión es una pasión.