Su legado es nuestra pasión
Se fueron antes de tiempo. Nos soltaron la mano y nos dejaron andar solos por el camino. Pero no estábamos listos para su partida. En realidad nunca nadie lo está.
Este dos de noviembre los recordamos, les dedicamos rezos, altares, ofrendas y llantos. Los visitamos y los ponemos al tanto de cómo van nuestras vidas. Que Dieguito ya creció mucho, y que la niña Juanita ya no es una niña y ya llevó a casa a su primer novio.
Y ahí, en medio de ese relato de cariño y nostalgia, colamos la pasión compartida. Les decimos que nuestra Fiera anda mal, pero anda. Nos quejamos del técnico, de los jugadores, pero hablamos de un nuevo delantero argentino que pinta para saciar nuestra hambre de goles en los años venideros; de un chico leonés que se abre paso en el medio campo; y del mismo Luis Montes que quizás vieron sus ojos y que sigue liderando este grupo, aunque Cota -sí, el de Chivas y Pachuca- cada vez se gana más el gafete.
Y nos desvivimos en anécdotas, en chistes mil veces repetidos, en añoranzas de festejos y finales perdidas y ganadas. Hasta que nos despedimos, con alguna lágrima que emana de nuestros ojos, pero con el corazón repleto de la dicha de saber que están aunque ya no están.
Porque hoy es un día especial, un día en el que volvemos a sentirlos cerca y en el que, por un instante, nos vuelven a tomar de la mano. Pero no solo es este día, porque están presentes en nuestra vida diaria, en gestos, en dichos, en manías.
Y están presentes cada fin de semana, cuando nos vestimos con el esmeralda que ellos nos inculcaron, cuando celebramos las victorias y cuando maldecimos las derrotas. Están presentes en cada visita al estadio, en cada canción de aliento, en cada grito de gol.
Quizás se fueron, pero su legado es esta pasión. Y que se vayan tranquilos, porque su pasión está en buenas manos.