Nos hace falta sufrir

Se vienen tiempos turbulentos. En medio de la incertidumbre legal que atraviesa el Club León con su expulsión del Mundial de Clubes y el conflicto paralelo que mantiene por la transmisión de sus partidos, el equipo se resintió en lo deportivo, y justo en la recta final del torneo ha mostrado su peor futbol y pasó del liderato general hasta la quinta plaza.
Pero este es apenas el comienzo. El conflicto por el Mundial de Clubes, más allá del veredicto final del Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS, por sus siglas en francés), parece que apunta a un resultado inevitable: la venta del equipo.
Luego de década y media de multipropiedad, Grupo Pachuca aprendió a navegar entre las críticas y las amenazas sin consecuencia alguna. Pasaron el límite que fijó la propia Liga MX en 2018 sin que nada pasara, y al parecer su intención era hacer lo mismo con el nuevo umbral puesto para 2026.
No fue hasta finales de 2024, cuando FIFA comenzó a investigar el tema, cuando sonaron las primeras voces que hablaban de vender al León. Primero Armando Martínez, presidente de Pachuca y hermano de Jesús Martínez Patiño, reveló en junio de 2024 que el Grupo Pachuca vendería la mayoría de las acciones del León.
Y posteriormente, el propio Jesús Martínez Patiño confirmó en diciembre de 2024 que el equipo sacrificado para terminar la multipropiedad serían los verdes, aunque con la esperanza de mantener el 49% de la propiedad y continuar administrando la parte deportiva del club. Sin embargo, la posibilidad de que la venta sea total también está latente.
Ahora, con la polémica por el Mundial de Clubes al rojo vivo y con el nuevo límite a la multipropiedad a sólo ocho meses de distancia, la venta de la franquicia es inminente y de inmediato surge en el aficionado esmeralda un temor que creían olvidado: ¿quién será el nuevo dueño del equipo?
Los más jóvenes recordamos los dramas que se vivieron en la ciudad con dueños como Roberto Zermeño, Carlos Ahumada o los hermanos Batarse; mientras que nuestros padres recuerdan con amargura las malas administraciones de la otrora asociación civil que casi hacen desaparecer al equipo a finales de los ochentas.
Malos dueños le costaron al León sufrimiento, dolor y cicatrices que tardaron mucho tiempo en sanar, pero que también forjaron el carácter de una afición que no rehuía de los fracasos, que nunca abandonó y que entendía que parte de la pasión se encuentra también en la pena y la decepción.
Hoy, luego de más de una década de redención y glorias, hemos perdido la capacidad de valorar el dolor. Para muchos, quedarnos sin Mundial de Clubes sería la tragedia de la década, y olvidamos que hace menos de 30 años el pueblo verdiblanco salió a las calles para impedir que separaran al León de su tierra, la única a la que pertenece y pertenecerá.
Olvidamos la ruina que significa un descenso. Olvidamos que el equipo estuvo a punto de dejar de existir. Hoy exigimos excelencia, pero olvidamos por qué la merecemos.
Quizás hoy estamos pagando el precio por la gloria, y quizás necesitamos sufrir. La incertidumbre vuelve a posarse sobre el destino de la Fiera, con la incógnita de lo que vendrá tras romper el cordón umbilical con Grupo Pachuca, pero debemos entender que pase lo que pase, seguiremos aquí, con el escudo verdiblanco en el pecho y presentes en el Nou Camp, porque ante cualquier golpe, cualquier crisis, cualquier cataclismo, haremos lo que siempre hemos hecho: sobrevivir.