El nuevo papel de Nacho
“No es fácil jugar en el estadio del León, la crítica es al día a día. No me gustaron para nada los abucheos, porque creo que ahí es cuando se ve la verdadera afición; es fácil apoyar a un equipo cuando tienes doce victorias y eres el superlíder, pero ahora es cuando hay que apoyar, estos son los momentos en que se necesita ver a un verdadero equipo en todos los sentidos”.
Estas palabras, si las hubiera dicho alguien más, hubieran levantado una tormenta de críticas en los seguidores esmeraldas. La afición es sagrada, y el mismo Nacho Ambriz tuvo que reconocer después del juego frente a Veracruz que los espectadores estaban en su derecho de reaccionar como quisieran.
No fue hasta hoy, cuando el Club León tiró de uno de sus hombres fuertes, él único de todo el plantel verdiblanco que tiene la autoridad para disentir inclusive de la afición, y quien podía usar todo el peso que se ganó en el campo para calmar las aguas.
Así fue como Ignacio González tomó los casi diez años que ha pasado en el León y los puso frente a las cámaras para señalar algo que hubiera parecido obvio: que los abucheos fueron exagerados. El equipo está en el quinto puesto de la tabla general, todavía en puestos de liguilla, y si bien se atraviesa un bache de tres partidos sin ganar, aún tienen seis jornadas más para reaccionar, asegurar su pase a la liguilla y competir por el título.
Pero lo que más llama la atención es que Ignacio González ya actúa como un directivo, como si fuera uno de los máximos responsables de la estructura esmeralda. En realidad, Nacho tiene más de un año y medio sin jugar un partido oficial de Liga MX, y prácticamente no tiene nada de culpa en los recientes malos resultados. Pero es valiente, y si Jesús Martínez Murguía o Rodrigo Fernández no pueden responder ante el mal momento, él sí es capaz de dar un paso al frente, usar el crédito que le ha dado esta década en el equipo del Bajío, y decir que todos necesitamos calmarnos un poco.
Y no son palabras al viento, porque él lo ha vivido en carne propia. Es por demás conocida la anécdota de cuando tuvo que dejar encajuelado el Nou Camp para poder escapar de la ira de la afición esmeralda, frustrada por un ascenso que parecía inalcanzable. Ahora, a diez años de distancia, y a menos de seis meses de haber disputado una final, aparecen abucheos generalizados tras dos empates y una derrota.
Es por eso que Ignacio González no se da por vencido, porque sabe lo que es esta plaza, lo que representa esta ciudad, y sabe que nadie más puede transmitir eso en el césped. Exactamente hace un año el club anunciaba que sería sometido a cirugía, y hoy está de vuelta, listo para regresar a las canchas y pisar una vez más el “Glorioso”, un estadio que es tan suyo como nuestro, porque al igual que para nosotros, ese campo ha sido una parte de su vida.
“Al menos en mi cabeza regreso este torneo”, dijo furioso, con la certeza de que que nada ni nadie evitará que vuelva a sentir el calor de los reflectores en el campo, la brisa ligera que cepilla el pasto, los insultos y los golpes de los rivales, y los atronadores aplausos de la gente a la que le ha entregado su corazón.
Ya será después, cuando sus rodillas ya no den más y su cuerpo lo traicione, será entonces cuando dará un salto y ocupará un puesto para el que ya se ve apto, un lugar en la directiva del mismo Club León al que le dio su vida, y que le dio de regreso la gloria.