Las líneas de la vida
Si pudiéramos trazar las vidas del Club León y de Gustavo Matosas en un plano, serían un par de líneas perpendiculares. Sí, de esas que se cruzan en un solo punto, para después seguir su camino sin volver a encontrarse, hasta el infinito.
Porque el destino quiso que así fuera, que ambos coincidieran exactamente en el mismo rincón del espacio-tiempo, que ambos probaran una pizca de miel y plenitud, porque solo eso tenían perimitido.
De todas las combinaciones posibles de jugadores, entrenadores y equipos en la historia del futbol, la vida quiso juntar a ese grupo de soñadores hambrientos en León, Guanajuato, a principios del 2012.
El plan de Dios así lo dictaba, quizás porque Él también es verdiblanco, y también él quería disfrutar de ese cuadro de época, que salió del ascenso para convertirse en el mejor equipo de todo el país.
Ese fue el punto donde las dos líneas se unieron, un mísero punto, en el que cupo el ascenso, el bicampeonato, el “Maracanazo” y en fin, la gloria.
Fue un instante en la edad del universo, apenas un momento en el que hallamos la felicidad; aunque no lo supiéramos, aunque no lo dimensionáramos entonces, porque creímos que iba a ser eterno. Pero fuimos felices, y hoy ese es el recuerdo que nos queda.
El punto pasó, el momento se fue. Matosas tenía que continuar su camino, y el Club León se vio obligado a avanzar también, sin mirar atrás, en busca de otra línea atrevida y valiente que aceptara cruzarse en su trayectoria.
Gustavo también probó en otros mapas, en otros sistemas y en otros planos cartesianos, pero hoy, cinco años después, parece que él tampoco ha encontrado otro punto de felicidad, otra casualidad que le permita volver a soñar y volver a reír como lo hizo en León.
Este sábado, sus líneas se acercarán, pero no volverán a unirse. Así lo dicta su naturaleza y su perpendicularidad. Su historia, que existió solo para entretener a Dios, ya cumplió su propósito, y ahora solo nos queda la nostalgia.
Pero a pesar de todo, en nuestras almas de aficionados vulgares, seguimos creyendo que ambas líneas volverán a encontrarse, tal vez en un futuro lejano, donde todos los roces se hayan olvidado, donde las reglas de la trigonometría y la geometría se hayan ido al carajo, y donde nos hayamos dado cuenta de que sí, sus líneas eran perpendiculares, pero para unirse de nuevo solo tenían que darle la vuelta al mundo.