La 'Tota Carbajal', entre lo efímero y permanente.

Quizá la más grande lección de la historia
es que nadie aprendió las lecciones de la historia.
-Aldous Huxley-
Referirse a lo efímero en la historia normalmente significa hablar de algo que no reúne los elementos necesarios para ser recordado, entonces, se convierte en un acontecimiento o un suceso e incluso un personaje pasajero, fugaz, superfluo o momentáneo. Se trata de algo que nos distrae de lo verdaderamente importante y que frente a lo permanente se vuelve insignificante. Así, lo permanente debe tener características contrarias a lo efímero, como la inmutabilidad, la firmeza, la solidez, la constancia o la invariabilidad.
En el futbol, como en otros ámbitos de la sociedad, la importancia de conocer la historia resulta fundamental a fin de madurar ciertos valores colectivos, como pueden ser la identidad y el sentido de pertenencia. En el caso del específico del Club León, estos valores pareciera que son ocasionales y de pronto sacamos de lo efímero algunas cosas para convertirlas en permanentes y olvidamos otras con características de permanentes para convertirlas en efímeras.
Y me refiero específicamente a los “ídolos” (así entre comillas) del club, que casi siempre son personajes efímeros, a menos que por la conveniencia del momento resulte necesario rescatarlos del olvido. Pareciera que la memoria colectiva de la afición esmeralda es de corto plazo y que lo verdaderamente importante comenzó a suceder desde el 12 de mayo del 2012, cuando se consiguió el anhelado ascenso, entonces, esa amnesia sobre el pasado facilita que se le dé la categoría de ídolo casi a cualquiera que llegue a destacar en el presente inmediato.
Normalmente, mantenemos en el olvido a personajes importantes del pasado esmeralda, arrinconamos en nuestra memoria a aquellos nombres que lograron la primera época de oro del club, a los campeones de goleo, no sabemos de quién anotó el gol número 100, 200 o 300 en la historia del club. Necesitamos de un evento catastrófico para acordarnos de que antes del 2012 existieron otros que han hecho que este club sea un histórico en el futbol mexicano.
Necesitamos de la muerte de nuestros héroes para extraerlos momentáneamente del olvido y recordarlos de vez en cuando, si resulta necesario, con el pasar de los años. De nombre, hoy sabemos de personajes como Roberto Salomone, Antonio Battaglia, Héctor ‘Cuirio’ Santoyo, Marcos Aurelio, Miguel Darío Miranda o Chepe Chávez, solo por mencionar a algunos, pero pocos sabrán ubicarlos en una época específica o más aún mencionar algunos de sus logros individuales o de equipo.
En el caso del don Antonio Carbajal quizá debamos darle un tratamiento diferente, su activa presencia en la ciudad y su notoriedad a nivel nacional e internacional nos obligaban a tenerlo más o menos presente como una figura referente del futbol leones. En ocasiones cercano al club y en otras casi enemistado, pero siempre situado como un líder moral en el tema del balompié. Su reciente partida nos obligó a rememorar sus logros, su sentido de pertenencia o su solidaridad hacia el prójimo.
El clamor popular casi de inmediato exigió homenajes, esquelas y menciones que sin duda y con todo merecimiento debía recibir don Antonio, se comenzó a hablar de cambiar el nombre al estadio León y bautizarlo como “Antonio ‘Tota’ Carbajal”, casi manejando esta opción como la única forma en que la ciudad y el club le podrían rendir un homenaje permanente a quien tanto entregó por nuestro futbol y sociedad. Sin embargo, desde mi punto de vista, esta exigencia exime de toda responsabilidad histórica a la memoria colectiva de la afición esmeralda.
La afición tuvo la oportunidad de despedir al ídolo en las mismas instalaciones del estadio, del cual hoy proponen cambiar el nombre, pero esa tarde del 10 de mayo pasado (quizá fecha complicada) los alrededores del inmueble lucieron casi desolados. Sin tomar en cuenta a la familia de don Antonio, a los muchachos del grupo la Búsqueda y a los integrantes de las fuerzas básicas, me arriesgo a decir que se contabilizaban alrededor de 100 aficionados entre hombres y mujeres prestos a despedir los restos mortales de nuestro ilustre personaje.
Esa ausencia evidencia, quizá, que el compromiso colectivo del aficionado esmeralda está más en el presente y en el pasado inmediato que en todo el cumulo de acontecimientos, sucesos y personajes que han construido la historia de nuestro club. Es más fácil pretender que se construye identidad a partir de comprar el último jersey de la institución o de ir al estadio en ocasiones especiales. Finalmente, esos pequeños hechos resultan más rentables para la directiva, nuestra identidad hoy está construida desde la mercadotecnia.
Mucho se ha dicho que el futbol es la única religión que no tiene ateos o que el balompié es lo más importante de todas las cosas menos importantes. Y la identidad de un club es un pequeño elemento, pero de fundamental importancia, de todos los que conforman el fenómeno del futbol y que lo elevan a los niveles de la religiosidad. El aficionado es un factor importante en cualquiera de los panoramas antes expuestos, pero en el caso específico de la afición del club León la pregunta queda abierta ¿Ser un peón o un alfil?, ¿Ser una afición de lo permanente o de lo efímero?