Hay derrotas que forjan aficiones
El pasado 12 de diciembre todo se detuvo. Luego de una temporada de altibajos, el Club León alcanzó la final del futbol mexicano y debía derrotar al Atlas de Guadalajara en el estadio Jalisco para levantar el título. Era una nueva era, post-Ambriz, y la victoria consagraría a los esmeraldas como uno de los mejores equipos del país, sin importar los futbolistas que estuvieran en el campo o el entrenador que se sentara en el banquillo.
Pero no sucedió. Atlas se hizo fuerte en su feudo, y motivado por décadas de fracasos y sinsabores, sacó el orgullo y se impuso en la tanda de penales para levantar el segundo título de toda su historia.
Así, mientras Atlas festejaba y todo México se solidarizaba con ellos, del otro lado del campo quedó la frustración del pueblo verdiblanco, que veía como los méritos y el trabajo de su equipo eran minimizados por el entorno del futbol nacional.
Como siempre, las finales marcan, y perderlas más. Que nos lo digan a nosotros, que si de algo sabemos muy bien es de sufrimiento. No hace falta irnos tan lejos, solo debemos remontarnos 25 años al pasado, al invierno de 1997. Aquí, en el Nou Camp, con el apoyo de nuestra gente, caímos frente a Cruz Azul y perdimos el que hubiera sido nuestro sexto título de liga.
Entonces hubo enojo, frustración, abandono, pero también hubo resistencia, fortaleza y entrega.
Esa derrota fue el germen de una debacle que terminaría hasta 2002, sólo cinco años después, cuando el equipo acabó descendiendo a la segunda división. Y ahí, en diez años de purgatorio, nos acostumbraríamos a las derrotas. Aprendimos que ni todos los goles, ni todos los festejos valían nada si no nos llevaban de vuelta, y nos enfurecimos y enloquecimos y lloramos todas y cada una de las veces que nos quedamos en la orilla. Pero sin saberlo, fuimos moldeando también nuestro carácter como aficionados, y como lo dicta nuestra historia, volvimos más fuertes que nunca.
Porque sí algo sabemos de las caídas, es que nos enseñan a levantarnos. Todas y cada una de las veces que caímos, nos hemos recuperado, y aquella vez no fue la excepción. Porque salimos del purgatorio y tocamos el cielo, y volvimos a ser el mejor equipo del país.
Hay derrotas que forjan aficiones. Hay fracasos que nos hacen reflexionar y mejorar. Hay sequías que son necesarias para darle valor a la abundancia.
Hace poco más de un mes perdimos contra el Atlas en Guadalajara y perdimos la novena. Perdimos, y recordamos cuánto odiamos perder. Y aunque hubo algunos que se bajaron del barco, aquí estamos los de siempre, los curtidos en el sufrimiento, los criados en el dolor, para demostrar que no nos iremos nunca y que volveremos siempre.
Hoy nos enfrentaremos al Atlas una vez más, ahora en el Nou Camp a las 9:00 de la noche, y estaremos de vuelta en las gradas, no por venganza ni retribución, sino por simple y llana fidelidad, porque eso es lo que hemos aprendido de las derrotas.