Es solo un juego
Siempre, o casi siempre, me manejo en el campo de la nostalgia, sin importar lo bueno o lo malo de la historia contada. Vuelvo constantemente al pasado y un poco porque no me gusta tomar el papel de profeta, y muchas veces por el triste presente que en ocasiones aqueja (futbolísticamente hablando).
Lo que yo quiero contar acá de principio no se relaciona con el León. Sí con el futbol, claro está, pero sobre todo con la infancia. Ahora, con los ojos más abiertos, tengo una cosa más clara sobre el futbol y es que, por encima de cualquier cosa, es un negocio. Sí, también es un deporte y eso es lo que debería tener como distintivo, pase lo que pase.
Sin embargo, y eso es muy a opinión mía, la profesionalización del futbol, y con eso refiero a las primeras ligas oficiales, los primeros futbolistas pagados, las primeras entradas vendidas en un estadio, los primeros mundiales, modificaron su esencia pura, más allá del deporte: es un juego.
Sí, un juego que no necesita más que dos personas y una pelota, incluso solo un arco y a veces ni eso. Un simple juego donde uno gana, el otro pierde y otras veces se empata. Un juego donde suceden las cosas más inverosímiles y fantásticas, los resultados más inesperados. Que se juega en la tierra, en el pasto, adentro o afuera, de día o noche, invierno o verano, amado por hombres y mujeres, niños y ancianos.
El partido entre León y Pumas se acerca tanto a ese concepto de juego que describo. Con todos los ingredientes ya enlistados y algunos otros que siempre están demás. Esa actitud rebelde de un equipo que ni bien empezado el partido tenía todo en su contra.
Comenzaba la segunda parte del encuentro y la cosa no podía ir peor, y a cualquiera que vio ese tres a cero clavado en el marcador le cuentas cómo terminó todo, no te creería ni un poco. Pero a veces lo maravilloso no se puede explicar, y eso es lo particular del juego.
Porque ese resultado es producto de ir en contra de la adversidad, de lo establecido. En contra de las ideas de entrenadores y comentaristas deportivos que hablan de “saber medir los tiempos” y saber “manejar un partido”. ¡El tiempo se acaba! Y mejor hacer algo, porque en el juego el propósito máximo es ganar sí o sí, no importa la inferioridad en jugadores y marcador.
La verdadera proeza de este equipo es esa capacidad que se tuvo de ponerse a jugar, sin importar si eran los pumas, una reta por unas cocas o una final de champions.
Tampoco importan los mil anuncios publicitarios en televisión, los boletos vendidos o las lujosas casas de los jugadores. En el futbol se gana, se pierde o se empata, pero hay una cosa que no se debe dejar de hacer y es jugarlo.