El manicomio de Nicolás Larcamón
Estoy viendo –una vez más- el resumen del partido América vs León del pasado sábado. Termina y googleo: ¿la locura es contagiosa?
Un primer resultado arroja el término francés Folie à deux, que se entiende como locura de dos. Este síndrome, especifica, es un síntoma de psicosis que se transmite de una persona a otra, debido a una creencia paranoica o delirante.
¿Por qué me cuestiono si la locura se contagia?
La razón viene de los poco más de cien minutos en los que la sucursal de la insania de Larcamón se apoderó del campo del estadio Azteca. Jugador tras jugador, un contagio detrás del otro.
Comenzando por Cota, haciendo acrobacias, atacando la pelota con la furia del dislate. Transformando su área en una jaula y su portería en extensión de su cuerpo, achicándola a su conveniencia.
Con “el Perro” siendo el perro. Con Moreno desatado, sin camisa de fuerza. Y con la falta de cordura de Joel Campbell para definir de esa manera, en esa cancha, en ese momento del partido, con esa vergüenza y desfachatez de alguien que no es capaz de darse cuenta de la realidad que lo envuelve.
Una enfermedad transitoria, fugaz; efímera tan pronto como el árbitro pita el final.
Demencia que se vuelve violencia, camisas rotas, marcador en contra, lucha constante, sudor, empujones, frustración, fuerza anti natural, renovación, enajenación, recuperar lo perdido, mucho orgullo, delirio, compromiso y calma.
La locura se contagia y tiene nombre y apellido: Nicolás Larcamón.