El ascenso perfecto
No había otra manera, así tenía que ser. El Club León había intentado conseguir el ascenso por todos los medios habidos y por haber. Parecía una condena, una maldición. Llegamos a creerlo, a pensar que sí, que efectivamente estábamos malditos, y que nunca saldríamos del pozo sin fondo que era la Liga de Ascenso.
Diez años de fracasos; una década oscura en la que fuimos víctimas de insultos y degradación, de violencia e injusticias. Tuvimos presidentes corruptos, directivas inútiles, técnicos perezosos y jugadores libertinos. Sufrimos todo lo que se podía sufrir, pero a pesar de todo, nunca perdimos la esperanza.
Al final, en 2012, llegó un tipo desconocido para la mayoría de nosotros. Un uruguayo valiente y descarado que apuntaba a lo más alto y no lo escondía, sino que lo presumía. Al principio su llegada trajo duda y escepticismo, pero no duró mucho, porque el Club León comenzó a ganar, y ya nadie lo pudo detener.
De la mano de Gustavo Matosas y de su filosofía ultraofensiva, el Club León arrasó con la Liga de Ascenso, y se ganó su vuelta a la primera división al terminar el torneo regular invictos, sin perder un solo partido, y con un total dominio sobre sus rivales.
De hecho, el delantero Luis Nieves recuerda la disciplina y el trabajo de Matosas, y señala que este les exigía estar atentos y concentrados todo el tiempo, sin un solo segundo de relajación, lo que se transformó en un equipo cuasi perfecto, que nunca dejaba de atacar.
“Gustavo tuvo mucho que ver. Era una persona ganadora, que no le gustaban los errores, entonces nos hizo a nosotros ser perfeccionistas en todo, en los partidos, en los entrenamientos, y eso fue muy importante, porque mantuvimos la concentración, sabíamos lo que teníamos que hacer en cada partido, todo lo trabajabamos en los entrenamientos, y todo eso lo llevamos a la cancha, jugábamos casi sin ver”.
La máquina esmeralda arrasó con el campeonato y dejó sin oportunidad a sus rivales. El León terminó la temporada regular como el superlíder de la competencia, con 34 puntos, producto de diez victorias, cuatro empates y ni una sola derrota.
El León de Matosas anotó 41 goles en 14 partidos, lo que les dio un promedio de 2.9 goles por encuentro. En comparación, el segundo equipo con mejor ofensiva fue el Neza, con 25 goles anotados, 16 menos que el cuadro esmeralda.
Después, en la liguilla, mantuvieron el mismo paso. Derrotaron a Correcaminos en semifinales, y en la final contra Lobos remontaron un 3 – 1 en contra para empatar a tres el juego de ida, y en la vuelta destrozaron a su rival por 4 – 0 en el Nou Camp.
Entonces llegó la única derrota del semestre, en Tamaulipas, en el partido más importante: la final de ascenso. Antes de que terminara la primera mitad, el León ya perdía el encuentro por 2 – 0, y para la recta final, Nelson Sebastián Maz fue expulsado. Los fantasmas de fracasos anteriores estaban de vuelta y todo parecía perdido. Pero entonces Melitón Hernández evitó con una atajada increíble el que hubiera sido un lapidario 3 – 0, y por su parte Nacho González puso el definitivo 2 – 1 al 90'.
Tras sobrevivir en Tamaulipas, el León le pasó por encima a su rival en la vuelta en el Nou Camp y los destrozó por 5 – 0.
Porque no había otra manera. Si el Club León iba a regresar a primera división, tenía que ser con el equipo más ofensivo de toda su historia en la Liga de Ascenso; tenía que ser con un campeonato que rayaba en la perfección; y tenía que ser con una última goleada que dejara claro que el León estaba de vuelta, y que apuntaba a lo más alto.
Fue un ascenso perfecto, irrepetible e inigualable, y que sentó las bases para lo que es el León hoy: el mejor equipo de los últimos años en el futbol mexicano.