¿Cuándo se bajó tanto la vara en el Club León?

Hay preguntas que se clavan como espinas en el orgullo de una afición que, en años no tan lejanos, acostumbraba a mirar al resto de los equipos de la Liga MX desde lo alto, siendo líderes, consiguiendo récords de puntos e incluso títulos locales e internacionales.
Una de ellas se ha hecho presente en los últimos días: ¿en qué momento se bajó tanto la vara en el Club León? Y sí, hablamos del tema deportivo, ese mismo que nos ha tenido alejados de Liguilla directa por más de tres años y que trae incorporaciones sin mucho sentido.
Todo parece que la exigencia, ambición y nivel que este equipo ha demostrado a lo largo del tiempo está desapareciendo poco a poco. Hoy es tiempo de celebrar la llegada de jugadores que han sido descartados por sus equipos y pelearles de vez en cuando a los equipos importantes.
Es cierto que en el fútbol todo puede cambiar: un jugador puede renacer en el lugar menos esperado y un equipo “débil” puede marcar época. ¿Esa es la apuesta que un club con la historia del Club León debería estar haciendo? ¿Los malos resultados se salvan con una sola victoria?
Incluso el equipo ha dejado de poner sus ojos en mercados que les han traído grandes resultados como lo son el argentino, colombiano y chileno para volcarse exclusivamente en el uruguayo, con jugadores que han tenido mucha más pena que gloria.
Y no, no es un ataque a los futbolistas charrúas, pues nos han dado nombres extraordinarios como Matías Britos y Federico Viñas. Hay una obsesión por fichar a jugadores de allá, quizá buscando que sean las nuevas joyas de Grupo Pachuca o por otros temas, económicamente hablando.
¿Es acaso una señal de que el equipo ya no busca consolidar proyectos serios y duraderos, sino apuestas de bajo costo que puedan generar ganancias rápidas? Si ese es el caso, entonces el León se ha alejado de lo que solía ser.
El Club León es grande no solo por su historia, sino por su afición. Esa misma que llenó estadios en la Liga de Ascenso y celebró como nunca los títulos en Primera. Esa misma que exige, cuestiona y se preocupa porque este equipo no pierda su esencia.
La vara parece haberse bajado demasiado, y el riesgo es que, si no se corrige el rumbo, la mediocridad se convierta en la nueva normalidad. El Club León merece refuerzos que estén a la altura de su grandeza, no descartes que lleguen a probar suerte.
Merece directivos que apuesten por proyectos sólidos, no experimentos fugaces. Porque este equipo no es un trampolín para carreras que parecían terminadas, ni un laboratorio de pruebas. Es el Club León. Y como tal, merece siempre lo mejor.
Es momento de reflexionar, y, sobre todo, de actuar. La grandeza no se improvisa, se construye y moldea a lo largo de los años. Y en el León, esa construcción empieza por volver a poner la vara donde siempre debió estar: en lo más alto.