Chapo Montes, la leyenda

Los conocedores dicen que mientras más años tiene un vino es de mayor calidad. Y aunque es una frase trillada y un cliché en el futbol, el Chapo Montes representa como pocos el significado de esa frase.
Luis Arturo Montes, o 'Chapito' como le gusta que le digan, es de esos jugadores a los cuales es difícil definir de manera precisa no solo como jugador, sino incluso su posición ideal en la cancha a lo largo de su carrera. Es tan bueno que puede jugar en varias posiciones del mediocampo y el ataque (excepto de nueve de área) siendo solución en cada zona del campo que pisa. Incluso llegó a jugar de mediocentro posicional puro haciendo pareja con Rubens Sambueza, y entre los dos fabricaron aquel gol mítico contra América en una semifinal. Definirlo como “media punta” o “volante” es quedarse corto ante lo que realmente significa Montes para el equipo verde. El Chapito es una especie de engrane maestro que encaja y hace encajar a los demás en la maquinaria esmeralda.
Montes llegó a León como un enganche propio del carril central y la media punta, más preocupado por el regate, el último pase y el lucimiento personal que, por juntar al equipo en torno a su habilidosa pierna izquierda, capacidad que poseía sobremanera. Fue Gustavo Matosas quien lo entendió y le hizo entender que en la organización y la asociación estaba su faceta más completa como futbolista, lo cual dio como resultado a un mediocampista fabuloso capaz de actuar en cualquier carril de la cancha con la perspectiva del pase al compañero como la mejor opción para el equipo, leyendo los movimientos de los demás en su cabeza y teniendo además en el regate, la asistencia y el disparo unas herramientas que volvían muy difícil intentar anular la creatividad del mejor mediocampista que hemos disfrutado en los últimos años.
Después de una evidente disminución física y de nivel por aquella desgraciada lesión, Montes atravesó una etapa futbolística complicada para el equipo y para él.
Sin embargo, después de esa difícil etapa Montes recibió algo que era justicia pura por todo lo que había mostrado con el equipo, la capitanía. El Chapo correspondió con un nivel de compromiso extraordinario, bajando de peso, retomando nivel físico y mostrando a los compañeros un ejemplar comportamiento dentro de la cancha. Así mismo la directiva lo rodeó de jugadores capaces de entender el futbol de una manera similar.
Ambriz, como en su momento hizo Matosas, lo redescubrió. Logró que el Chapito entendiera la posición de mediocentro, algo que otros técnicos no lograron. En un equipo que, apuesta por el buen trato del balón y la asociación, tener a Montes es una bendición. Montes está convertido en un sensacional jugador, exuberante física y futbolísticamente. Parte como un segundo mediocentro o volante mixto y es el que organiza la salida y decide si avanzar en corto o en largo, si conducir y regatear o lanzar a sus compañeros. Es el organizador y constructor. Sabe si retrasarse para generar una línea de pase o atacar el espacio a la espalda de los centrales. Está en plenitud y lleno de confianza, de creatividad y de recursos, convertido en el mejor jugador mexicano de la Liga MX.
Luis Montes está lleno de sabiduría futbolística.
El tiempo no perdona y el Chapo no será la excepción. Pero es de reconocer lo que este jugador ha aportado y sigue aportando al Club, tomando su mejor nivel en estas alturas de su carrera y poniendo incluso en la mesa si es el jugador más importante en la historia del equipo. Lo que no se puede discutir es que sin duda ya es una leyenda esmeralda, poniendo su nombre entre los más importantes de la historia del equipo y logrando que los aficionados nos sintamos plenamente representados por ese chaparrito jugador que es puro carácter, corazón y técnica. Alguien que, como los buenos vinos, mientras más años tiene, mejor se vuelve.
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