Cantidad por calidad: así los últimos extranjeros del Club León

Desde que la Fiera cayó eliminada del Apertura 2024 en Monterrey, la afición, los periodistas y todo el entorno del Club León comenzaron a hablar de un solo tema: los refuerzos.
No es para menos. Cualquier aficionado al futbol que se precie sabrá que el mercado de fichajes es una de las épocas más interesantes del juego, y es que un movimiento inesperado, la contratación de un joven desconocido, de una estrella venida a menos o de un extranjero de calidad probada pueden marcar el destino de un equipo para bien o para mal.
¿Cuántas veces no hemos visto, en León y en el futbol mundial, cómo el fichaje millonario de una superestrella termina siendo un rotundo fracaso, mientras que un chico llegado por una miseria o salido directamente de la cantera surge como el salvador de la temporada?
Tan solo la campaña pasada, el Club León se hizo con los servicios del ecuatoriano Jordy Alcivar para fortalecer su mediocampo, sin saber que el que terminaría asentándose como titular indiscutible sería Tadeo Estrada, un chico sonorense de las básicas de Pachuca que tenía apenas con un minuto en primera división y que era, en pocas palabras, una incógnita.
Ante este panorama de incertidumbre, el Club León, auspiciado por la permisiva Liga MX que deja registrar hasta nueve futbolistas no formados en México, se ha volcado a la cantidad en vez de la calidad.
En el último año, la dirección deportiva esmeralda y el cuerpo técnico entonces encabezado por Jorge Bava, emprendieron una renovación del equipo en el que muchos extranjeros arribaron a la institución, como Alan Medina, Gonzalo Napoli, Edgar Guerra, Jhonder Cádiz, Luciano Cabral, Stiven Mendoza, Diego Hernández o el propio Jordy Alcívar.
Pero de estos ocho nombres, apenas la mitad (Cádiz, Cabral, Mendoza, Diego) terminaron como titulares o al menos como piezas importantes en el equipo, mientras que los otros cuatro (Medina, Napoli, Guerra, Alcívar) o ya salieron o están en duda para continuar en el club, sobre todo para abrir plazas de extranjero que permitan traer nuevos refuerzos.
En realidad, si vemos el perfil de los fichajes positivos, podemos ver que uno fue catalogado como el mejor jugador de Chile (Cabral), otro provenía de la que probablemente sea la mejor liga del continente (el Brasileirao) y los otros dos llegaron directamente de Europa (Cádiz y Mendoza), por lo que es de suponer que el esfuerzo económico para su contratación fue mayor.
Por el contrario, las decepciones, como Medina, Napoli, Guerra y Alcívar, llegaron de ligas de menor nivel como la uruguaya, colombiana y ecuatoriana, sin tanto cartel y como claras apuestas, lo que permite intuir que se invirtió menos en sus fichajes.
Este ejercicio sirve para dejar claro que es posible maximizar el rendimiento en el mercado de fichajes si, por ejemplo, en lugar de hacer cuatro apuestas en el mercado sudamericano, se optara por una sola contratación de un futbolista probado en una liga más competitiva.
Es cierto que hay muchos más factores que pueden definir el rendimiento de un futbolista en un nuevo equipo, y puede parecer cruel analizar la política de fichajes del Club León basado sólo en los últimos malos resultados, pero la realidad es que el aficionado puede ver a simple vista que este año natural la mayoría de los refuerzos extranjeros simplemente no carburaron, y si ampliamos la muestra, podríamos aludir a los Byron Castillo, Borja Sánchez, Julien Celestine o Gary Kagelmacher para probar que los errores han sido la norma y no la excepción.
Hoy, la Fiera se enfrenta a un mercado crucial, pues los futbolistas que lleguen este invierno tendrán seis meses para aclimatarse y llegar en su mejor momento al Mundial de Clubes, pero por lo pronto los días pasan y ningún rumor, ni de bajas ni de altas, se hace oficial.
Ojalá que este tiempo sirva para que el Club León focalice sus objetivos, minimice sus riesgos y logre acertar con los futbolistas que vuelvan a hacer competitivo a un equipo que lleva años en la medianía, y que de paso puedan devolverle la emoción a una afición hastiada de los fracasos.